lunes, 2 de febrero de 2015

¿Qué es el Arte?



 

Hace frío, y una taza de café bien caliente me reconforta. Siento ganas de recogerme sobre mí misma, como si plegara mis alas y me cobijara dentro. Es una especie de terapia a la que recurro de vez en cuando. En ocasiones me sorprendo paseando mis horas jóvenes por caminos de tierra, por travesías de ida y vuelta, desde el mar hasta la sierra, desde la sierra hasta el mar… Acaso el mar sea mi génesis. Quizá la montaña espere paciente el privilegio de abrigar mi último y definitivo sueño, en ese precioso balcón natural orientado hacia Levante, tras los muros de un convento.

De alguna manera, en mis inviernos el tiempo desciende y me sitúa en las horas bajas. Es entonces cuando los recuerdos se abren paso a trompicones y pienso si, en la próxima esquina, no me sorprenderá la despedida. En esos momentos, suelo tomar la pluma y ese cuaderno especial, ése al que únicamente recurro cuando la nostalgia o la tristeza me embargan.

Por suerte, cuento con un resorte invisible que se activa en esos instantes de abatimiento. Un resorte que me distrae de la melancolía y que me lleva a su antojo en volandas hacia quehaceres más apetecibles. De esta forma, en esta tarde, tan fría como gris, impulsada por ese mecanismo me he encontrado ante la estantería donde reposan, todos juntitos, mis libros de Arte. Entre ellos hay varias revistas. He cogido una al azar, en la que mi amiga, Amparo Gil, habla en su artículo del «Arte Conceptual». Lo leo despacio, en un intento por comprender en qué consiste ese movimiento basado en la expresión perfomance, o «arte en vivo» en nuestra lengua. Me han dado ganas de llamarla para invitarla a compartir un café y exponerle las dudas que me han surgido, como por ejemplo: ¿Qué es el arte?, ¿con qué fin se utiliza, o somos nosotros quienes lo utilizamos a él?, ¿dónde se encuentra además de en la pintura, escultura y actividades manuales varias? ¿En la palabra?, ¿quizá en un texto escrito?, ¿en una puesta de sol?, ¿en la calidez de un beso depositado en la frente surcada de un anciano? ¿Hace el arte a la poesía, o es la poesía la que hace al arte? Pero, sobre todo: ¿Quién decide qué es arte y qué no lo es?, ¿el crítico, el artista o el ojo profano que lo interpreta a su antojo?

Sin esperar a las respuestas de mi amiga, me digo a mí misma que el arte sublime de un artista se encuentra en su último suspiro, en la obra inacabada…

Casi sin darme cuenta se ha echado la noche encima. Es hora de encender las luces y de guardar mis reflexiones. Coloco la revista en el estante y al hacerlo me doy cuenta de que estoy como empecé: pensando en gris. Pero ahora situada frente al lugar destinado a los poetas contemporáneos, esos que ocupan el estante superior de mi librería. Despreocupadamente hago un breve recorrido con la vista y observo un pequeño librito con versos tristes, a veces demenciales. Su autor nos dejó hace casi un año. Leopoldo María Panero murió solo, como muchos poetas locos. Ocupó pocas tertulias literarias, y solamente unos pocos compartían sus poemas a través de las redes sociales. Por supuesto, con la noticia de su muerte se intensificaron los comentarios acerca de su obra. No faltaron elogios a su demencia, vilipendiada cuando el poeta aún se relacionaba con los vivos.

Abrí el libro por una página cualquiera y encontré que la muerte también es arte:

El viento recorre el universo

y la nada me otorga el placer

de escribir para nadie el poema

como una película ya sin sonido

invitando a la muerte entre mis muslos.

Cerré el libro y le dije adiós al poeta cuyos desvaríos se deslizan, desde hace meses, por el lugar donde pasean las estrellas cada noche. Sé que antes de que las últimas nieves coronen las cumbres más altas, otros locos poetas permanecerán en el silencio más absoluto. Yo me asomaré, al igual que en esta tarde gris, hasta sus demenciales versos, escritos, quién sabe si con tinta de mujer. Mientras tanto, y a la espera de la llegada del sol y de los colores, me dejo seducir —ahora ya acomodada en mi sillón de lectura— por la palabra de La Princesa Inca, quien desde su reclusión recita su angustia y amortigua estas horas mías en las que, sin razón aparente, me visita la nostalgia.

 

Poema de:
leopoldo mª panero, 2001
Poemas para un suicidamiento
Ed. valdemar (enokia sl)
 
Artículo con variaciones respecto del aparecido en el último número de AC.
Ilustración: Blas Estal


 

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¿Qué es el Arte? Una pregunta que me hiciste hace ya bastante tiempo, Débora. Ahí dejo el guante.

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