miércoles, 4 de abril de 2018

Apuntes de una primavera tardía










Apuntes de una nueva primavera que este año de despereza lenta, tímida…

Hace apenas un mes el invierno se instaló de forma tardía e insistente en nuestro entorno, vistiéndonos de frío, nieve, hielo y una más que deseada lluvia. Fue un invierno a destiempo, cierto, pero fue bien recibido.

Ahora, pasados ya los últimos fuegos josefinos y los desfiles cofrades, la primavera se asoma dándonos la cara. Una cara limpia, lavada por las últimas precipitaciones. Se nota en el ambiente, en el aroma de los rosales de los patios vecinos y en la luz crepuscular que se prolonga sobre los picos de la Espadán

En los informativos nos aconsejan que no bajemos la guardia, que una nueva borrasca se acerca por el Atlántico y que las temperaturas se rebelan. Yo miro al cielo y sonrío. El frío o la lluvia rebelde no me importan. Tras el perfil de la Ponera sigo adivinando esta nueva primavera sobre mi mar. Siento cómo la luna se posa en la superficie del agua tiñéndola de plata. Y me invade la paz.

El mar, mi mar… ¿A qué tanto anhelo si la sierra me proporciona cuanto preciso? Será quizá porque soy una intrusa al pie de sus montañas. Será tal vez mi falta de empatía con las huellas impresas en la tierra de su suelo…

A veces cierro mis ventanas, las cubro con los visillos y bajo las persianas. Entonces entorno los ojos y me dejo seducir por algo profundo. Tomo mis cuadernos y mi pluma, me observo indiferente a cuanto se desarrolla en el exterior y me visto de música.

La dualidad me somete. Mi mar y esa sierra que no siento como mía, pero que me seduce, guían mi mano. Y escribo mis notas que, en algún momento, pasado el tiempo, tal vez alimenten un fuego en cualquier primera noche de una tardía primavera.


Fotografía de J.Manuel Tarazona 

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