domingo, 7 de octubre de 2018

La casa de El Carmen





Así que esta es la casa de mi hija... Estuve en ella hace casi dos años. Entonces la sala era grande, silenciosa y vacía. Esperaba un nombre y yo contaba las semanas que faltaban para el final de la gestación.

Hoy la misma sala parece más pequeña. El nombre que pensaba resuena por toda la casa. El silencio es tan solo un vago recuerdo. La mesa de madera noble, hecha a gusto y medida, ha sufrido algunos desperfectos tras el paso de los inquilinos que ocuparon la vivienda durante el último año y medio. El sofá también parece diferente, menos mullido y con la tela más gastada. Solo la cocina permanece igual. Algunos elementos se han sumado a los enseres. No termina de estar recogida del todo. También hay más ropa en el tendedero, la colada ahora es diaria.

A estas horas me acompaña la voz de la televisión. Es Wyoming y Sabarés. No sé de qué hablan. Apenas los oigo. La tengo a bajo el volumen mientras me pierdo por las páginas de la última lectura, la de Bolaño. A ratos cierro el libro y dirijo la vista hacia el punto opuesto de la sala. Es todo tan igual y a la vez tan diferente... Es el paso de los días que transforma las miradas.

Ya hace rato que llegó la noche, y con ella el silencio. El niño duerme, la madre lo acaricia y yo..., yo sigo en la misma mesa, acompañada todavía por un Wyoming al que ignoro. Paseo la mirada de un extremo a otro de la sala, observándola idéntica a pesar de las diferencias, y pensando de nuevo, pero solo a ratitos, en las semanas que faltan para el final de la gestación. 

Ahora me centro de nuevo en la lectura pero antes tomo mi teclado y comienzo un nuevo verso...

                      Así que esta es, de nuevo, la casa de mi hija
La de la sala grande, vacía y silenciosa   
La sala donde te pienso, sintiéndome culpable
Por la demora con que te escribo el primer verso





fotografía: -LEH- 

1 comentario:

  1. Lola en algunos de tus escritos me saltan las lagrimas. Eres un cielo.

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