miércoles, 2 de septiembre de 2020

PRESENTACIÓN CASETAS




Año… 1993/94. Mi marido lleva turno de noche y mis hijos ya se han acostado hace rato. Son las once. Tengo muchas horas por delante.

Aún no tengo ordenador ni internet. Pero tengo mis libretas y bolígrafos. Unas y otros siempre los tengo a mano. Con la casa recogida me acomodo en la mesa del comedor. Empiezo a escribir casi de forma mecánica: Criado en los barrios de la periferia…

No recuerdo exactamente cuánto tiempo estuve allí, escribiendo. Lo que sí recuerdo es que las letras y las imágenes fueron fluyendo libremente, a su propio antojo. Cuando llevaba once páginas de mi libreta tamaño A4, me di cuenta de que lo más conveniente era dejar de escribir y acostarme, de lo contrario, al día siguiente me costaría mucho trabajo levantarme.

Cuando me metí en la cama pensé que debía haberme quedado toda la noche escribiendo. Aquel a quien empecé llamando Quico merecía mi atención.

Me llevó algo más de un año finalizar aquella historia. Era consciente de que debía mejorar en su sintaxis, pero aun así me dirigí con mi manuscrito «pasado a máquina» y debidamente encuadernado con su gusanillo, al Registro de la Propiedad Intelectual de Valencia. Podía no estar muy bien redactada, pero era «mi historia» situada en un barrio marginal de cualquier ciudad cerca del mar. Con unos personajes y unas escenas totalmente ficticias. La había parido yo y era mía.

Desde aquel día hubo muchos cambios en mi vida. Me hice mayor —más mayor—, y fui creciendo no solo en edad. Traté de formarme en la medida de lo posible. Leí mucho, estudié y también escribí. Hubo dos novelas más que me negué a encerrar en un cajón en compañía de las Casetas. Y hubo poesía y colaboración en revistas. Y todo eso mientras Quico permanecía oculto. Hasta ayer…

A ratos, y ahora ya con la inestimable ayuda de mi teclado de ordenador, durante el último año me he dedicado a revisar y corregir aquello que no terminaba de agradarme. Para ser sincera, he de confesar que tan solo se ha tratado de algunos signos de puntuación o la inclusión de capítulos para hacer más cómoda la lectura. Tampoco he querido cambiar el modo del narrador que he mantenido en tercera persona.

Y por fin, Quico ha visto la luz.

Y la ha visto en completa libertad. De forma gratuita en versión digital que se puede descargar en el enlace que adjunto o en el que aparece en la cabecera, arriba. Para él no habrá presentaciones ni puesta de largo. Los personajes de esta historia no se ajustan a protocolos y finas prendas.

Espero no defraudar con estas letras.

Dolores Estal –Lola-



(En el enlace aparecen los pdf en distintos formatos por si queréis imprimirlos)


Portada: Ismael Murria
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