I
Luz
que alumbras las penumbras
de
mis rincones más profundos,
te
observo en los recovecos
de
mi memoria
y
vivo...
Vivo en la calle olvidada,
vivo el camino de tierra
y vivo el yunque
y vivo la fragua.
Y suspiro...
Suspiro
tu aliento que alimenta
los sueños venideros.
Tu aliento que envuelve de
razón
a mis pensamientos más desnudos.
Que
los arropa
acicalando con encajes mis
temores.
Observo tu luz que ilumina
los caminos,
mis caminos...
Aquellos que son de espinas,
aquellos de paso obligado,
aquellos que en la oscuridad
me seducen...
que me ofrecen la suavidad de
las rosas
y que me atrapan
entre sus pétalos
aterciopelados...
Farol de mis sentimientos
a la entrada de mi casa,
hazme un vestido en la
fragua
para que cruce el camino
para que arrope mi alma.
Mi alma
que está sedienta,
que se desliza en las noches
por pasillos ensoñados,
que escapa de la razón que
la oprime
que la reviste de
ausencias...
Mi alma que vuela,
que corre a esconderse en la
lejanía...
a ocultarse
tras los horizontes púrpuras
de tu luz.
De tu luz que es ausencia
y que es vida
y que es latido...
latido negado a tu aliento,
a tu llamada,
a tus noches oscuras
a tus mañanas de sonidos,
de atroces sonidos zumbeantes
que ponían alas a tus pies
descalzos,
y música
a tus dientes asustados.
Negación
de la luz que te aisló
en
la más cruel
de
las oscuridades,
que
ensombreció a tus sueños
y
oprimió a tu pecho,
que
amordazó a tu boca
y
tu voz se desgarró por tus entrañas.
Negación
de la luz que dejó a oscuras tu plato,
que
te confundió en la noche
y
asustó tus madrugadas,
que
perturbó tus juegos.
Ausencia
de luz vestía a tu alma,
y
a tu voz
sólo
las sombras la escuchaban.
Y
en tu oscuridad
les
cantabas.
Cantabas
a las sombras
y
ellas...
bailaban,
divertidas.
Y
cada día había más sombras
que
bailaban,
que
te escuchaban...
y
la ausencia de luz
se
transformó en danza,
y
tu voz desgarrada en canción...
Y
las sombras danzantes
se
hicieron tus aliadas,
y
te alimentaban
y
tú,
las
amabas.
Y
mientras,
tu alma crecía,
y
tus pies se convertían en yunques,
y
tu aliento en fuerza,
y
tu espíritu en coraje.
Eras
el señor de las sombras;
el
dueño de tu oscuridad...
y
un latido intenso estalló en tu pecho...
y
prendió la llama
que
engendró a
tu
luz.
Una
llama intensa,
roja
que
encendió tu fragua.
Y
fue tu luz,
y
fue mi emblema.
Y
en el yunque,
a
la luz del fuego rojo
de
tu fragua,
de
la pasión,
templabas
los temores rancios,
moldeabas
tus sueños,
jugabas
con su luz que retorcías
creando
caprichosas formas...
gestando
vida,
y
echando raíces fuertes,
raíces débiles,
raíces flexibles...
Encantado saludarte por estos lares.
ResponderEliminarGRacias. Pensé que ya había respondido.
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