Esclava
de la tierra que piso y me alimenta
me
aferro al lodo tras la lluvia.
Mientras
tanto, tú danzas en tus cielos
creyendo
poseer la eternidad de aquel
que
nos subyuga.
no
existe el llanto.
Las
miserias se almacenan en las despensas
y
con el hambre se mata al hambre
cada
día en nuestras mesas.
Cada
amanecer, cada primavera
brotan
nuevos dioses que vienen a mostrarnos
suaves
sendas postreras.
Y
con la tarde se marchan tras la decepción
de
otras almas...
portando
robustas cadenas con las que amarrar las mentes
de
aquellos que sólo sueñan.
Y permanezco en mi mar
sentada
tras las dunas que ocultan
mis
verdades.
Con
ellas me arropo de la brisa
que
me trae lejanas voces
de
otros cielos...
de
otros silencios,
de
otras altivas cumbres cubiertas de gloria
No
quiero escuchar sus risas
ni
quiero observar sus danzas allá en lo alto,
tan
sólo quiero tocar la arena
y
acariciar con mis dedos su tacto.
Tan
sólo quiero sentir
mis
pies en la tierra
descalzos…
Del
poemario: Desde lo más abajo
Ilustración: Blas, Anacoreta
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