En el espejo del
agua
veo su rostro
reflejado:
ojos de carbón
pintados,
boca para el pan
sellada
y el sol, para sus
huesos incierto...
En las entrañas del
suelo
tiene su escuela y
su Credo,
y en sus manos, más
pequeñas
que el mineral que
va lamiendo,
en vez de lápiz y
libreta,
sus uñas como única
herramienta.
Para él no se hizo
la siesta
y si su espalda se
dobla
no es por llevar la
Cultura
sobre la espalda y
a cuestas,
que es por soportar
la carga
de la mina en la
carreta.
¡Qué dolor para el
Poeta
si viera a este
niño minero
que, aun sin arado
y sin yunta,
parece su Niño
Yuntero!
Del poemario: Espontáneos, en el día internacional contra el trabajo infantil.
Ilustración: B. Estal
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