Déjame soñar con la otra orilla
donde otra realidad me dibuja
los caminos sin fronteras,sin los lazos de absurdos disfraces de una cultura docta y bella
-que no sabia-.
Déjame exhalar desde lo alto
de tu muralla el aroma de otras ideas
y que pueda dibujar en mis
retinas el contorno de un césped inmaculadodonde retozan los deseos adolescentes ocultos bajo la hierba
en la noche oscura.
Déjame sentarme junto al
arcén que bordea el asfalto caliente al llegar la tarde
donde yacen las voces de la
idea misma,donde el caucho chirriante es el canto de mi sombra
estirada y muda.
Permíteme quedar en esta
parte donde pueda conversar con mis
silencios
viendo pasar de largo a las
sonrisas ajenas a mi presencia de barro cocido.
Déjame quedarme en esta
orilla
y observar las luces de
colores intermitentes de los locales del placer,de la rigidez de sus cuerpos de carne.
Déjame gozar por un instante
de la ingravidez de mi cuerpo de piedra
para no tener que soportar el
peso de la impotencia cuando en la noche
el prostíbulo mancilla el vacío de mi sueño.
Aleja de mi boca el sabor
agridulce de ebrios jadeos al amanecer el día
y aleja también de mi mirada el
reflejo de mis ojos rasgados ante el espejo de las horas malolientes de la tarde
en el corrupto wáter del bar al otro lado de la carretera.
Déjame permanecer en esta
orilla de la realidad
donde los grises poetas escriben
sus versos con la sangre de la despediday déjame soñar con otras brisas de otros mares diferentes
donde en otro tiempo floreció la belleza.
Déjame vivir el instante
mismo del deseo
para que pueda albergar la
esperanza de acariciar la divinidad de unas manos viejasagrietadas por la labor de la tierra.
Deja que respire en un
segundo
el aliento de mis horas allá
en la otra orilla del gran mar,allá en el horizonte de mi origen
donde las últimas piedras me hablan de mi historia en una lengua extraña que fue mía
y que ya no comprendo.
¡Oh mi orilla virgen...!
hermana virginal de mi cuerpo
y de mi hambrecuando el sueño de lo absurdo me arrancó de ella
y me trajo hasta este lado
donde los hombres prostituyen mi cuerpo en las noches
y las mujeres me desprecian y rechazan en las mañanas
dándome a frotar cada rincón de sus pulcras alcobas tapizadas,
hallando en mis manos mestizas
la mano de obra barata para abrillantar sus fachadas
de elegante cristal tallado...
Déjame soñar con la otra orilla
donde otra realidad me canta al oído
que hay caminos sin fronteras
y paz en todas las lenguas.
Del poemario: La otra realidad (1999)
Ilustración: Blas Estal, de la serie: Mujeres
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