Sueña
el abuelo que juega con las manos de sus nietos y las siente delicadas como plumas en el viento.
Mira
al pequeño a los ojos y en ellos vislumbra al hijo que agoniza de dolor.
Siente
que el tiempo se acaba y que no verá crecer esas manos delicadas que en sueños
acariciaba.
Sus
ojos miran muy lejos intentando no ver nada. Sabe que ha de partir hacia su
última morada y piensa en aquellas manos pequeñas y delicadas.
Manos
que no besará porque hay una gran distancia. Distancia que se agrandó cuando se
elevó su alma.
Hoy,
sin embargo, el abuelo, desde una estrella muy alta, sonríe al ver a sus nietos
cuando miran hacia el cielo.
Las
manos se han hecho grandes, y en el pecho de aquel hijo que sufría agonizante late un nuevo corazón que se enfrentó con la
muerte para poder ver crecer a aquellos niños distantes.
Unas letras viejas.
Ilustración: Marina R. Soler
Unas letras viejas.
Ilustración: Marina R. Soler
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