Carmen es nombre de mujer, y de Virgen
para los hombres de Mar; significa verso o composición poética; y es también
identificativo de un barrio, de cofradías, de iglesias, de calles, hospitales,
colegios y hasta de algunos comercios…
Pero, además, Carmen —karm en su origen árabe— responde al vocablo «viña» y se
asigna igualmente a la definición de «quinta con y huerta y jardín». Quienes
conocen Granada, conocen también sus Cármenes.
El Carmen
granadino es un edén en miniatura contiguo a la vivienda particular. Oculto
por altos muros, asoma su rostro frondoso y altivo por encima de la tapia de
descascarillada cal por donde, traviesamente, se descuelgan las ramas de las
enredaderas y yedras. El espesor de su arboleda proporciona a su dueño serena
intimidad en el hogar, a la vez que desde su ubicación, por lo general en la
falda de una colina, le brinda una magnífica panorámica del paisaje.
En el Carmen granadino comparten lecho y sustento los más variados
frutales con los elegantes cedros y los siempre verdes bojes. En el aire los
aromas de sus flores se fusionan con aquellos que, a su lado, emiten los
arbustos aromáticos. Y entremezclados con estos, se localizan las granadas,
melocotones, manzanas, y las habas, espinacas o cardos, cuya cosecha sirve de
abastecimiento para el consumo familiar.
En su suelo un pequeño arroyuelo de
suave siseo se precipita por el desnivel del terreno, proporcionando el riego a
la vegetación y desembocando en una tradicional alberca rodeada de cantidad de
macetas con flores de variados colores. Al remanso de agua en la
alberca se aproximan los pequeños ruiseñores que, con sus patas ligeras y sus
trinos armoniosos, conceden al inquilino graciosamente ese dulce sonido que, a
veces, sólo la naturaleza puede conferir.
Se dice del Carmen que, desde sus
orígenes, a partir de la expulsión de los moriscos, forma parte del hogar como
una más de sus estancias. No obstante, son famosos por su espectacularidad y
belleza El Carmen de los Mártires
ubicado dentro del recinto amurallado de La Alhambra, declarado «Jardín
monumental» en 1957. En él se deja ver la huella árabe y el gusto
renacentista. Son magníficos sus
paseos románticos, donde colores y aromas se entrelazan junto al árbol del amor y las glicinas que se escapan a través de las
rejas.
Enclavado en la ladera del Albaicín, El Carmen de San Agustín posee unas
privilegiadas vistas sobre La Alhambra que se asoma, tímidamente, entre la
vegetación y las altas cumbres de la sierra. Invitando a un reconfortante
paseo, se abren sus caminos de sombra entre rosas enredaderas y laberintos de
recortados cipreses y setos de boj.
Muy cerquita de Torre Bermeja, El Carmen de San Antonio cuenta con un
empedrado de gran belleza, típico de la artesanía tradicional granadina que
combina pequeñas chinas formando vistosas cenefas colocadas piedra a piedra. De
gran belleza, igualmente, El Carmen de la
Justicia que recibe su nombre por su ubicación al lado de La Puerta de la
Justicia de La Alhambra. Su paseo de peonías alcanza su máximo esplendor
cuando, llegado el mes de abril, la floración lo convierte en una hermosa
visión para el visitante.
Estos son, sin duda, algunos de los
cármenes granadinos de mayor relevancia. Ellos han inspirado a poetas y
pintores, y su hechizo ha prendido en las partituras de músicos de renombre,
así como en las voces más extraordinarias y en los textos de los más ilustres
escritores. Sin embargo, y a pesar de la magnificencia de estos maravillosos enclaves,
El Carmen, en su versión más humilde,
no deja indiferente a quienes tienen el privilegio de descubrirlo al otro lado
del alto tapial.
Un pequeño patio con un parral;
una frondosa higuera; algunos rosales de tonalidades varias; discretos bancales con
hortalizas y flores, y una sencilla fuente con un chorro de agua fresca y clara
serán suficientes para sentir la seducción del Carmen. Podremos apreciar desde
la sombra proporcionada por la parra el suave trinar del pajarillo que,
indiscretamente, nos vigila desde una de las ramas del pequeño árbol; quizá se
escapen desde el interior de la casa las notas de una guitarra que nos induzcan
al «Recuerdo de La Alhambra», y quién sabe si, en alguna de esas minúsculas
gotas de agua salpicadas desde la alberca improvisada junto a la tapia
encalada, no se esconderá el encanto de algún duende travieso que nos susurre
al oído los versos más antiguos de aquellos poetas árabes que, despojados de
vida, habitan de noche en La Alhambra.
Ilustración: Ismael Murria. Jardines del Generalife
(Publicado en Amaranto Cultural)
No hay comentarios:
Publicar un comentario