He perdido los papeles, el guion, mi propia voz… Siento que
mi cuerpo está desnudo cuando, al subir el telón, mi rostro queda al
descubierto, expuesto a la mirada de la gente que espera de mí la palabra.
En la sala de butacas los espectadores ansían mi voz que
muere en el abismo de mi incierto lenguaje. Pretendo extender mis alas y
atraerlos a mi regazo, como si fuera un murciélago hembra que protege con las
suyas a la cría.
Les muestro mis manos vacías y, aun así, me dedican una mueca
de sonrisa. En la primera fila, un anciano me ofrece los surcos de su frente, y
un poco más atrás, donde la oscuridad se desliza por los huecos que deja el
desarraigo, una vieja copla se eleva esparciendo los ecos de una noche de ronda.
Cuando las luces se encienden tras el fin del primer acto, me
limpio la cara y me miro al espejo. La vida me responde desde el opuesto de mi
rostro y me ofrece nuevos papeles y nuevas letras para mis versos que ya tienen
dueño.
Entonces, me olvido de lo perdido y me deleito en lo hallado.
Entre los finalistas de: I Certamen de microrrelatos -El Ballet de las
Palabras-
Imagen: Más allá de una simple alcoba (Lestalh)
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