Blas Estal Hernández nació en Puerto de Sagunto, el 14 de Junio de 1952. Cursó estudios de Enfermería y desarrolló su trabajo como ATS, primeramente en el hospital Virgen de la Arreixaca de Murcia para, desde allí, pasar al Ruiseñores de Zaragoza, y más tarde a la Residencia Sanitaria La Fe de Valencia. Coincidiendo con su estancia en el hospital valenciano, se manifestaron en él los primeros síntomas de una larga enfermedad cardiaca que le apartaría definitivamente del mundo laboral en el año 1986, no sin antes haber realizado sus servicios en el Laboratorio de Urgencias del Hospital de Sagunto y, posteriormente, de nuevo otra vez en Murcia, en la Unidad de Quemados del Virgen de la Arreixaca.
En el periodo que abarca desde 1986 hasta 1990, alterna sus horas entre el reposo en cama y su ya vieja compañera: La Pintura. Es por esas fechas, el 6 de Abril de 1990, cuando es sometido a un trasplante cardiaco en el hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Tras una rápida recuperación, y con unos resultados altamente satisfactorios, se encuentra ante una vida que había quedado interrumpida diez años atrás, en los cuales, ha tenido que superar duros golpes personales, entre ellos la muerte de su padre que lo marcará de manera extraordinaria.
Es entonces cuando descubre una amplia gama de posibilidades que le brinda la vida recién adquirida gracias a la generosidad de un donante anónimo, y comienza a disfrutar de los colores de la hierba y del Mediterráneo; pero, sobre todo, de un aire puro que entra libremente en sus pulmones y cuya sensación ya no recordaba.
Paralelamente a su reinserción en la vida, nacen en él nuevas formas de ver la pintura a la que tantas horas ha dedicado durante su enfermedad, y va creando nuevos conceptos y añadiendo elementos de diferentes matices y texturas en sus añejos lienzos.
Comienzan las exposiciones de sus obras por la región de Murcia, y estas son alternadas con su incorporación a la asociación ALCER como un miembro más de las personas que se dedican a la divulgación de los temas referentes a la donación de órganos y a los resultados que producen en los pacientes que esperan ávidos de vida en las camas de los hospitales.
La creatividad se va adueñando de su espíritu, y además de la pintura, comienza a escribir breves poemas y algunos cuentos, en los que sus sentimientos más profundos e íntimos afloran a través de la tinta recordando siempre a su donante desconocido, al padre que él mismo eleva a la categoría divina y, cómo no, a las «ausencias injustificadas»
En estos momentos, a su pasión por la pintura y la literatura se suma la escultura, de la que va entrando en detalles a partir de unas sencillas piezas en hierro que elabora mediante su sentido de la creatividad y de la genética aportada por su progenitor, forjador y calderero de los Altos Hornos de Puerto de Sagunto.
De entre sus escritos, me gusta entresacar uno que le mereció el Primer Premio de Testimonio de Vida que cada año organiza la asociación ALCER:
AL DONANTE ANÓNIMO
Mi perdido sentimiento
en la intimidad de tu gesto
diluido en los matices
solidarios del instante
Desconocido rostro que brillas
desde el alba de tus latidos
pulsa tu luz en mi pecho
y que mis pasos se deslicen
por tus horizontes, a mí ofrecidos
Sólo mi agradecimiento
puedo mostrarte
marcando así tu grandeza
que le disputa a la rosa
su aliento
Un amanecer me ofreciste
desde tus ocasos siempre presentes
sueños hallados
en el cénit estrellado de tu Aura
Con esta humilde rosa pretendo
mantener intacta la belleza
de tu rostro
en el interior de mi alma-
- B.Estal -
Un viejo artículo para -Taller de Prensa, EPA Miguel Hernández, 1994 -
Imágenes: Blas Estal en Murcia
Óleo: LA OFRENDA (Al donante anónimo) -B.Estal-
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