miércoles, 7 de septiembre de 2016

El equipo.






Es noche oscura. El grupo no duerme. Yo los imagino frotándose las manos para sentirlas menos entumecidas en el interior de los guantes. No fuman. Tampoco comen mientras están de guardia. La luna hace rato que se perdió tras la amalgama de nubes. Ni una sola luminosidad sobre las aguas que, ahora, dejan escapar sonidos subversivos.
Ellos son la luz que se desliza sobre el horizonte, sobre los caladeros y sobre sus propios rostros. Sus linternas de largo alcance avanzan el resplandor hacia el fondo de la noche, como lo hace la lumbre al final de una oscura calle.
Alguien del grupo ha divisado algo a lo lejos: un objeto flota al antojo del oleaje que a cada instante se hace más intenso. Da la voz de alarma a sus compañeros y todos acuden sin demora a la primera fase del rescate.
Desde las últimas horas de la tarde anterior permanecían a la espera, con todo el material localizado y a mano,  señalizado… Apresuradamente completan sus vestimentas. No hablan, se comunican y dan las órdenes mediante gestos y miradas. Todos saben lo que tienen que hacer, hay que actuar deprisa. 
El foco de la luz se detiene en un punto sobre la superficie indicando a los hombres el lugar exacto. Son hombres fuertes, de complexión atlética, preparados para tareas de salvamento en situaciones duras y difíciles, pero no para ser testigos del drama y sus consecuencias.

Su misión es desoír los gritos de socorro, los gemidos de angustia. Tampoco han de prestar atención a los rostros. Sus objetivos están en el agua y en los bordes de la embarcación… Deben actuar con rapidez. Una vez en tierra firme ya tendrán ocasión de mirar directamente a los ojos y valorar los desperfectos de estos seres humanos arrebatados al mar, obra inacabada y rechazada de un dios perezoso; de cualquier dios de cualquier color y raza, del que existe y del que no.
El equipo ha actuado de nuevo durante la última noche. Ahora están exhaustos, no por la labor realizada, sino por la impotencia ante estas almas, padres, madres e hijos invisibles a las miradas de los dioses en medio de un mar profundo y oscuro.

Imagen: Blas Estal.

2 comentarios:

  1. Gran homenaje a esos hombres y mujeres.

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    1. Hay que ser muy valiente para entregarse a esa tarea. Valiente y muy humano. Cualquier homenaje se queda corto.
      Gracias por comentar.

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