Ella salió de las mareas. Corrió en
busca de los azules intensos y se elevó de las manos de las gaviotas. Llegó
volando hasta la baranda de tu casa y esperó a que llegara el ocaso. Tú te
tomaste tu tiempo dialogando con aquellos poetas viejos que quedaron
silenciados por los días y los años.
Ella continuó esperando junto a tu
casa. Para matar el tiempo cantaba con colores y cosía con acrílicos tus
dibujos olvidados en el caballete. Susurraba desde el vacío de tu existencia
que permanece en el silencio de las baldosas y en el espejo de tu alcoba
pintada de añiles: «No tardes poeta amigo, que el lienzo espera»
Del poemario: Espontáneos
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