No me voy a extender en esta nueva entrada sobre la problemática en torno a los derechos de la mujer, tanto en lo que al ámbito laboral se refiere, como al cotidiano. Entre otras cosas porque no soy amiga de «los días de».
Que la mujer ha avanzado en igualdad de oportunidades durante los últimos treinta años, es algo que se puede observar en las oficinas, fábricas, universidades, y también, cómo no, en la cola de la oficina «del paro».
No obstante, queda mucho por hacer, sobre todo cuando desde la legislación se están poniendo trabas y zancadillas a lo conseguido, intentando -y consiguiendo, gracias a la tan manida mayoría absoluta obtenida en las urnas- que volvamos a mostrarnos sumisas y dispuestas a la procreación como lo más importante para sentirnos realizadas como mujeres.
Repasando mis aportaciones a la revista Amaranto Cultural, en la sección Mujeres que abrieron paso, me ha parecido oportuno compartir hoy aquí el artículo referente a una mujer luchadora del siglo pasado. Una mujer que no solo tuvo que enfrentarse a la condición de su género, sino también a la de minusválida. «Mujer y jorobada». Dos malas cartas para jugar la partida en la vida de este país tan querido por quienes lo defienden a capa y espada, llamado «España»
MARÍA BLANCHARD - LA CUCA
María Gutiérrez Blanchard, «La Cuca», era
pequeña, jorobada y contrahecha en un país demasiado cruel con aquellos que son
diferentes. Sin embargo sabía mucho de la belleza, quizá precisamente porque
carecía de ella. Y seguramente esa carencia, tan apreciada en las voluntades
españolas, fuera el motor principal que la impulsara a sacar todo lo bello que
abundaba en su interior más profundo y plasmarlo en el lienzo.
Sus juegos de niña fueron los dibujos
que imbuía de toda la imaginación que no podía compartir con los otros niños en
sus juegos y correrías por las calles. Sus padres, en vista de la habilidad
pictórica mostrada por ella desde muy temprana edad, le diseñaron una sillita y
un caballete adecuados y María confirió a los blancos lienzos su espacio de
juegos. Su padre, Enrique Gutiérrez Cueto,
provenía de una familia de intelectuales, y no tardó en alentar a María por
el camino del Arte proporcionándole maestros, libros y reproducciones de
pinturas universales.
A finales de siglo llegó a Madrid para
estudiar pintura y de nuevo tuvo que luchar contra la burla y el acoso de la
gente hasta que, en 1908, fue becada por la Diputación de Santander y se
trasladó a París a proseguir su carrera artística.
En la capital francesa María se sintió
renacer. Se hallaba en el núcleo mismo de la creación sin ataduras. Se dispuso
a crear su arte en completa libertad, sin rutinas académicas y, sobre todo,
lejos de la mediocridad ambiental que había respirado desde su nacimiento. En
los estudios de Montparnasse se
encontraría con artistas decididos a abrir caminos revolucionarios en la
plástica contemporánea. En ese revolucionario camino la escuela española
destacó de forma relevante, con las aportaciones, entre otros, de Picasso, Dalí,
Bernal, etc.
Con la llegada de la guerra los
artistas establecidos en París se dispersaron y muchos de ellos buscaron
refugio en España, donde se llevó a cabo la Exposición de Pintores Íntegros organizada por Ramón Gómez de la Serna. En el
catálogo que se realiza, de María solamente aparece el apellido paterno
«Gutiérrez» y una frase despectiva hacia su feminidad que pone de manifiesto,
una vez más, el tipo de sociedad con el que María se reencuentra.
Tal vez por desaliento, o por la
influencia ejercida por su familia, opositó a la cátedra que la convirtió en
profesora de dibujo en la Escuela
Nacional de Salamanca.
Fue ésta una etapa tan dura como
efímera. Ahora era doña María. El
convencionalismo que imperaba en la docencia le resultaba insoportable. Le
molestaba sobremanera enseñar a los niños a dibujar copiando de frías láminas,
destruyendo así la creatividad y la imaginación infantil. Pero, además, el
ambiente social era el mismo que el de su infancia: Era abucheada y burlada por
la calle. Los niños, cruelmente y sin apenas disimulo, la imitaban y se mofaban
de su malformación.
Hastiada del ambiente salmantino renunció
al cargo y abandonó España definitivamente, volviendo a la tolerancia de París
e integrándose en La Bohemia, que
abandonaría posteriormente por El
Misticismo, donde la sorprendería la muerte el 5 de abril de 1932.
Imagen tomada de la página de: Diana Cruz - "La belleza deseada".
Cuantos personajes olvidados (y por mí desconocidos) se esconden en la historia de la España de otros siglos.
ResponderEliminarEn un país dónde la crueldad es el deporte nacional de los jóvenes (si me apuras diría que por encima del fútbol) no ha de extrañarnos que se ensañen con alguien diferente. Poco o nada hemos avanzado en ese tema.
La historia de esta mujer es muy interesante, Dolores. Y su obra muy bonita (en mi opinión)
EliminarNo soy experta en Arte, pero sé lo que me gusta y lo que no.