EN EL ANCHO CAMINO
JOSÉ MANUEL
PEDRÓS
Ed. Olé
Libros -2019-
Kefá el romano, El
último conde, El códice de María
Magdalena, El silencio de Consolación
y En el ancho camino. Estos son los
libros de este autor —y amigo— que comparten espacio en mi estante de las
novelas. Pero hay más, muchos más, ya que José Manuel Pedrós lleva años
escribiendo y cuenta con mucha y variada obra: Poesía, relato corto, viajes,
artículos…
Entre sus novelas, a la última que cito: En el ancho camino, he dedicado mi tiempo de lectura durante la
última semana. En ese tiempo he transitado por la vida de Juanjo, desde sus
primeros años hasta sus reflexiones de hombre maduro en su mesa de despacho con
orientación al mar.
Para que pudiéramos acceder al Juanjo protagonista, Pedrós,
una vez más, como es habitual en su narrativa, ha desmenuzado el detalle
descriptivo. Para comenzar la historia que nos llevará hasta el escenario
principal de la obra nos pone primero en antecedentes sobre los orígenes del
personaje principal, una especie de árbol genealógico que nos permita
identificar cada eslabón de los acontecimientos que más tarde se suceden: el
pueblo, las tierras, la familia y la diseminación de esta por otros municipios
y provincias cercanas hasta fijar el escenario de la novela en la ciudad de
Alicante.
Es allí, en Alicante, donde el personaje cobra fuerza. Allí
vive, en el seno de una familia acomodada, dueña, por azares del destino de una
importante empresa de calzado. La época es óptima para esta clase de negocio en
una España que todavía sobrevive con sus propios recursos. Lejos quedaban aún
en el tiempo las reconversiones industriales y los convenios comerciales con otros
países que darían al traste con más de una de estas empresas.
En ese ambiente de relajada comodidad crece Juanjo: colegio,
amigos, vacaciones en el pueblo en compañía de su abuela y, llegado el momento,
los ratos de asueto y formación en el grupo católico de la parroquia
Pero algo no acaba de cuadrar en aquella España de los Veinticinco años de paz. Es cuando el
joven deja el domicilio paterno para ir a estudiar a Valencia, cuando se
encuentra de frente con los problemas que hasta entonces le habían pasado
desapercibidos. Allí, en la Universidad, conoce nuevos amigos, y hablan, y
reflexionan acerca «de lo que no se ve a simple vista» en esa España de paz
maravillosa, playas de ensueño y guateques juveniles. Conoce de primera mano
las manifestaciones a pie de calle, y aunque no se manifiesta en primera línea
de pancarta, sí forma parte de las protestas estudiantiles que han de salir
corriendo con la llegada de Los grises. Los
testimonios de sus compañeros torturados en las dependencias policiales, el
abuso y la impunidad con que esta policía se entrega a su trabajo y las
lecturas clandestinas que compagina con esas otras de los apuntes de su carrera
de Económicas, van afianzando en Juanjo su personalidad adulta.
La lectura me ha resultado muy cómoda y no me ha dejado
indiferente. Narrada en primera persona, no se trata de una obra
autobiográfica. Sí que es verdad —en palabras del autor—, que muchas de las
escenas y acontecimientos que describe están basadas en hechos reales que
conoció de primera mano, o descubrió por parte de otras personas cuando se
documentó previamente al proceso de redacción. Sin embargo, y esta es mi
opinión personal, creo que siempre queda algo de nosotros mismos entre las
páginas de nuestros libros. Quizá inconscientemente. Yo que conozco a Pedrós
desde hace unos años, he creído ver en el personaje de su novela ese rasgo de
serenidad y solidaridad que a menudo he observado en él cuando hemos
coincidido. Solidaridad que pone de manifiesto una vez más al colaborar con DISCAMP-MORVEDRE, colectivo de
discapacitados de la comarca a quienes van dirigidos los beneficios económicos
por la venta del libro.
Mi amiga Lola Estal, gran lectora y escritora de una sensibilidad especial, ha querido, tras su lectura, hacer una estimación personal de mi última novela, "En el ancho camino". Su evaluación y sus comentarios no pueden ser más juiciosos, pues ni yo mismo habría sido capaz de sintetizar con tanto acierto cuál era el verdadero mensaje que con esta novela quería transmitir. Su criterio de lectora empedernida es siempre fiel a los textos, y su autoeducación, que forma parte de un aprendizaje permanente, dice mucho de su talante como persona comprometida con su tiempo, con sus circunstancias y con sus semejantes. Sólo puedo tener palabras de elogio hacia ella, y desearle que continúe así, porque su filosofía de vida y su empeño social son encomiables.
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