martes, 31 de diciembre de 2013

Escapada en la Noche Vieja.


 
 
El mar estaba tranquilo. Desde las dunas, el balanceo de las olas en su peregrinaje se les antojaba una sensual danza incitándoles a la mirada más allá de sus pupilas. Los fuegos artificiales se dejaban oír a través de los susurros pronunciados al abrazo de la noche, y a lo lejos, la sirena de un viejo mercante decía adiós al puerto sin apenas un batir de pañuelos blancos.

Unos pasos por encima de sus anhelos, el asfalto se cubría con la música que, indiscreta, asomaba desde el interior de los vehículos en su loca carrera hacia los lugares de ocio. Alguien por entre el seto rebosante de adelfas, se desprendía de los excesos etílicos ajeno a las promesas de amor de los amantes, y más hacia el sur, allí donde corona el Alto Horno, un ramillete de formas translúcidas se elevaba hacia el cielo estrellado, en busca quizá de su acomodo eterno, recordando a los Hijos del Hierro que un día fueron con su carne, alimento en el crisol.

Era el momento en que las almas solitarias se retiran de las calles dando paso a los silencios; la hora en que afloran los recuerdos y en su paso, dan la vuelta por el pueblo recorriendo las iglesias en busca de un compañero que les mitigue la pena; y en el cruce de caminos, además de un uniforme, se encuentran con el acólito que, cosido a cuchilladas, permanece en el olvido.

Los amantes, mientras tanto, se despiden en silencio. A lo lejos, el faro guía sus pasos hacia un incierto destino, y a su lado, junto al puerto, el joven ofrece sus manos al hombre de bata blanca que lo arropa con una manta.

«Vamos abuelo» oye decir al hombre vestido de blanco.

«Vamos» responde mientras mira hacia el camino del río, por si pudiera atisbar la figura de su amada, con su caminar erguido y su cabello moreno.

 

En la residencia de ancianos solo conversa el silencio. Todos duermen bajo la tutela de la oscuridad, y el señor Joaquín, tras su escapada en la Vieja Noche, accede al regreso dócilmente, satisfecho con su hazaña y con un poquito de esperanza dibujada en la mirada.
 
 
De: Episodios cotidianos y unos versos espontáneos. "Escapada en la Noche Vieja"
Ilustración: Ismael M. E. "Amanecer en la playa"


sábado, 14 de diciembre de 2013

Una vieja nana de Navidad.




 

 
NANA DE LA NAVIDAD
 
Mañana será Navidad y mi niño
qué contento está…
 
 En un barquito de nieve su ilusión verá llegar:
"Envuelto en papel de oro rocío de amor le traerá;
un mundo libre de guerras,
un cielo azul y sin niebla,
un monte verde de pinos
y clara el agua del mar".
 
Duerme tranquilo mi niño
que mañana es Navidad
y en un barquito de nieve
tu sueño se hará realidad.
 
♥♥
 
Ya pasó la Navidad y mi niño
qué triste está…
pues su barquito de nieve nunca
consiguió llegar.
 
Se cruzó con un misil
que fue a dar en alta mar
y el rocío se perdió
mezclado con la maldad.
 
El mundo se ha vuelto loco,
el cielo se viste de gris
y su reflejo en los montes
todo lo cubre, muy triste.
 
Espesa el agua del mar
ahoga de sed a sus peces,
y en su fondo,
muy al fondo,
los grandes monstruos reposan:
"cementerios de residuos,
vigilantes...
silenciosos.”
 
 
♥♥
 
 
Duérmete mi dulce niño
que quizá cuando despiertes
otra Navidad te traiga
otro barquito de nieve.
 

 
 
 
De un viejo poemario: A solas (1991/1993)
Imagen: Bazille Perraul, "Away From Home"