lunes, 9 de noviembre de 2020

Los amigos cuentan... A. Marín albalate





Con un poco de demora, debido a esas cosas extrañas que a veces se cruzan cuando intentamos leer los mensajes de msn en nuestros dispositivos móviles, recupero esta conversación con el amigo escritor y poeta Antonio Marín Albalate.

Aunque a destiempo, merece la pena recordarla y, cómo no, compartirla.

Como al resto de mis amigos compañeros de letras, le pregunté por su primer día de confinamiento. Él, se adelantó a la obligación de quedarse en casa y lo hizo desde el día 6 de marzo. No se marcó ninguna ruta especial para sus tareas, sino que, para no aburrirse, procuraba improvisar. Tampoco seguía las noticias para no deprimirse demasiado, si acaso algunas noticias «serias» vía internet.

Como muchos de nosotros, tuvo momentos en los que se venía abajo, pero de la misma manera comprendió que ese bajón no le llevaba a ningún sitio. Se lo tomó con calma y dejó pasar los días a la espera de la desescalada, sin horarios establecidos; cuando se nos permitió salir alternó los paseos de tres cuartos de hora con las tareas ante el ordenador, sobre todo la habitual de la escritura, pero sin tocar en ningún momento el tema «pandemia»

«Marín Albalate tampoco para», pensé. Hacía mucho tiempo que no hablábamos, pero yo estaba más o menos al tanto de sus proyectos, aunque eran noticias vagas. Por eso, durante estos últimos días decidí que ya era hora de enviarle uno de esos mensajes privados que, como me confirmó, le pasan desapercibidos.  Esta vez hubo suerte y me leyó.

De esta forma me ha puesto al día sobre aquellos trabajos a los que ha dedicado su tiempo durante los últimos años, y que espero tener ocasión de leer próximamente.

Su obra es muy extensa y va un paso más allá del poema, del propio y del ajeno. Entre sus últimas publicaciones, las dedicadas a Leopoldo María Panero, Patxi Andión, Ramoncín, Germán Coppini, Serrat… La música cuenta ya con sus letras de la mano de Antonio Fidel y Los Navegantes

Me confiesa que últimamente no hace mucha poesía. Está dedicando tiempo a escribir ensayo musical: Manolo Tena, Leonard Cohen, Demis Roussos, de nuevo Serrat. Según me cuenta, este nuevo género le sirve como terapia para no subirse por las paredes. Yo sonrío ante su expresión. Sin duda para algunos de nosotros la escritura es la mejor medicina para evadirnos de los momentos como el que estamos viviendo desde hace meses.

Yo tenía previsto que alguno de los libros de los que me habla me los entregara él personalmente, en la pasada primavera, con ocasión de mi viaje a Cartagena para presentar allí mi último poemario, prologado por él.

No pudo ser, las circunstancias lo impidieron y siguen impidiéndolo en el momento de escribir esta entrada en el blog. Pero será… No tengo la menor duda de que, tarde o temprano, ese encuentro y ese abrazo se llevarán a cabo. De momento me detengo ante su poesía y tomo ese poemario mínimo, esa plaquette, que lleva por título OPÚSCULO, y que me dice tanto en tan poco espacio…

 

Cae una lluvia muy triste

Densa y amarga como los ojos de tu madre

Brillando en la oscuridad de un cuarto cerrado

 

Sí.

Cae una lluvia muy triste.

 

Parece que fuera otoño en toda la tierra,

Hija mía.

 


sábado, 7 de noviembre de 2020

El clavo

 



Yo también recé.

Sí, muchas veces, durante muchos años recé.

Rezaba, imploraba y agradecía a un Dios omnipotente que me observaba indiscreto, que me analizaba y me compadecía o me sonreía según las circunstancias del momento.

Esa fe era una impronta de nacimiento. Casi la traíamos de serie en las características del individuo. Apenas la madre podía ponerse en pie tras el alumbramiento el bautismo neutralizaba al recién nacido, lo liberaba del pecado que aún no había cometido. Entonces, y solo entonces, le ponían el sello que lo validaba para caminar por la vida.

Sí, yo también rezaba. Rezaba mucho a ese dios. Y un día que ya no recuerdo, llegaron las dudas y las preguntas. No llegaron de un día para otro, sino poco a poco. Eran preguntas que nadie respondía. Algunos por ignorancia, otros por comodidad, y aquellos que quizá estaban más preparados para responderlas, por un interés oculto y excesivo, hasta peligroso. Porque entonces preguntar era de necios y pecadores. Cuando las preguntas eran muy incómodas la cruz de la herejía figuraba junto al nombre en las listas de ese dios omnipotente y omnipresente.

Seguí rezando, pero ahora con la boca pequeña, como quien tararea un estribillo anodino de una vieja canción que queda grabada en la memoria y cada vez es más molesta.

Llegué yo sola a la conclusión de que todo era una fábula, tan innecesaria para algunos como absurda o imprescindible para otros.

Comprendí que aquel dios, aquella fe, eran el clavo ardiendo al que todos se aferraban cuando la vida les fallaba.

Ahora, cuando en las mañanas me despierto con la tristeza a cuestas, siento cómo me queman las  manos.


Ilustración: Blas Estal - "Cuando las balas entraron en la biblioteca de Sagunto - 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Rutina

 



He madrugado,
como siempre,
aún era de noche.
Lectura
mientras llega el día
por encima de las lomas:
Entrevista a escritora
consagrada,
poema de un poeta
contemporáneo
y fallecido.
Y ahora el día,
desde la ventana,
cubierto de nubes grises…
 
Llega la lluvia
y de nuevo
la incertidumbre
                y la pluma.


De: Versos del cuaderno gris
Fotografía: Lestal

 

lunes, 14 de septiembre de 2020

BONSÁI - MARCIAL YUSTE





Mi interlocutor es Marcial Yuste Blasco. Lo conozco desde que era un niño de apenas ocho años. No me era ajeno su temprano interés por las aves y su apuesta por la naturaleza. A medida que fue haciéndose mayor fuimos perdiendo el contacto, salvo encuentros esporádicos por cuestiones familiares.
Hoy, por estas cosas de las redes sociales —que a veces me aportan gratas sorpresas— lo he vuelto a encontrar. Su vocación y su trabajo no están centrados en la ornitología, como yo pensé que sería, pero sí muy vinculados a la conservación del medio ambiente: «Geografía física y ordenamiento de territorio», dice su perfil académico; y añade, al profesional, toda una gama dirigida por y hacia el mundo del Bonsái.
Y yo, como ignoro todo lo relacionado con estos arbolitos, pero intuyo que su cuidado trasciende más allá del cuidado habitual de cualquier planta, y como además soy preguntona, aprovecho que me he encontrado de nuevo con Marcial y, tras el saludo de rigor, comenzamos nuestra charla.

Si busco la definición de Bonsái en el diccionario de la RAE observo que me ofrece dos respuestas, y finaliza con una tercera indicación: «Bon=tiesto y Sai=plantar»
Muy simple ¿no?, esto «de tiesto y plantar». Una definición muy humilde para un arbolito tan bello. ¿O acaso no es un árbol?
En realidad, genéticamente no se diferencia en nada de cualquier otro árbol de la naturaleza. De hecho, si los dejáramos crecer acabarían adquiriendo el tamaño de sus congéneres silvestres. Y, bueno, la definición literal de bonsái sí es la que aparece en el diccionario de la RAE, pero esa es una definición muy simplista. Bonsái es muchas cosas. Primero, bonsái no es solo un árbol en una maceta. Además, se ha de buscar su belleza y para eso se debe trabajar su componente estética, es decir, al final acaba siendo una obra de arte donde el artista que lo diseña utiliza la naturaleza y las formas que observa en ella como fuente de inspiración, para llevarlas un paso más allá, buscando idealizarlas. Así es como se diseña un buen bonsái.
Entiendo entonces que es un árbol, una técnica, un modo de filosofía, una disciplina artística…
Bueno, esto no acaba aquí. Este noble arte se originó en China y luego llegó a Japón donde se perfeccionó. Allí los Maestros de bonsái dedican toda su vida en cuerpo y alma al cuidado y formación de estos pequeños árboles en miniatura, que recuerdan a pequeña escala a sus hermanos que crecen en el medio natural. Es un arte Zen muy relacionado con esta filosofía de vida, y las personas que lo profesan generalmente son grandes amantes de la naturaleza.
En Japón el arte del bonsái es ancestral y los maestros enseñan a sus aprendices todas las técnicas necesarias para mantener en perfecto estado de salud un árbol cultivado en un tiesto. Además, hay que dominar un sinfín de técnicas para poder mantener el árbol con unas reducidas y proporcionadas dimensiones sin afectar a su salud y vigor. La enseñanza en Japón de este arte, que en origen procede de los samuráis, es muy estricta, teniendo que trabajar los aprendices prácticamente todos los días durante al menos cinco años para alcanzar su maestría.
Los que nos dedicamos al mundo del bonsái generalmente somos personas que tenemos una gran sensibilidad por la naturaleza y necesitamos estar conectados y rodeados de ella. En Japón hasta la religión está muy influenciada por la naturaleza y, de hecho, los Kami son dioses que residen en la mayoría de seres vivos que habitan el medio natural, incluidos los árboles.
Allí, en Japón, el arte del bonsái sigue un método de aprendizaje muy férreo y disciplinado que recuerda a los gremios de artesanos de la antigüedad, en los que el maestro enseñaba el oficio al aprendiz a base de gran sacrificio. Hoy en día hay muchos alumnos de muchas partes de occidente que viajan a aquel país para aprender de la mano de grandes maestros esta disciplina, que ya empieza a considerarse universal y símbolo de paz.
¿Cuándo y cómo llegas a tomar contacto con este mundo?
Mi pasión por la naturaleza desde pequeño, mi gran interés por la cultura exótica oriental e incluso la forma de pensar de los orientales, con la que me identifico plenamente y en especial con la de los japoneses muy conectados con la madre naturaleza, es lo que despertó en mí mi pasión por el bonsái. Un día, comprando en un centro de jardinería, pasé por delante de la sección de arbolitos en maceta etiquetados como «bonsái», y acabé comprando un pino y un olivo de unos cincuenta euros cada uno. Con mi inicial ignorancia del tipo de cuidados y cultivo que debía proporcionarles, acabaron muriendo. Este percance actuó como revulsivo, pues al día siguiente empecé a buscar cuanta información encontré sobre cómo cuidar y cultivar un bonsái, y desde entonces no he parado de estudiar y aprender hasta el día de hoy.
Viendo el camino que he recorrido con más de quince años de afición, echo la vista atrás y soy consciente de lo mucho que todavía me queda por aprender de este arte inabarcable, en el que una sola vida no es suficiente tiempo para estudiarlo todo.
Es muy interesante todo esto que me cuentas, pero ¿hay quizá otra finalidad o función del bonsái? ¿Decorativa, medioambiental, como relajación en su cultivo y cuidado…?
El bonsái tiene muchas utilidades, desde decorativas, como terapéuticas y relajantes, así como de creatividad y superación. Aunque, en definitiva, detrás de todo ello hay un gran amor y pasión por los árboles y la naturaleza. Si no ¿cómo se explicaría la gran dedicación que destinamos a nuestros bonsáis, con incontables horas de cuidados y trabajos hasta alcanzar su etapa de madurez? Recordar también que un bonsái nunca se termina. De hecho, a un bonsái se le dispensan tantos cuidados y atención que, si todo va bien, acaba viviendo más que nosotros. En Japón hay árboles que han pasado de generación en generación, y a día de hoy siguen entre nosotros.
Es interesante remarcar aquí que algunos bonsáis en Japón llevan cultivándose en maceta más de quinientos años, y entre ellos hay un Pino Blanco Japonés (Pinus pentaphylla), que sobrevivió a la bomba atómica, y los japoneses en un gesto digno de admirar se lo regalaron a los americanos en recuerdo de lo que no se debería volver a repetir jamás.
¿Cuál es el proceso en la formación de un arbolito?
Es un proceso muy complejo y que requiere un largo camino de aprendizaje, que en primera instancia ha de pasar por ser capaz de realizar un buen cultivo de un árbol en una maceta y aplicar un sinfín de técnicas de forma correcta para no debilitar el árbol y conseguir mantenerlo en unas proporciones ideales, según las reglas y normas que rigen el arte del bonsái. Explicarlas sería eterno y no tendrían cabida en un solo libro.
¿No da la impresión de estar jugando a los dioses cuando se intenta paralizar el desarrollo de estos arbolillos?
El hombre en todas sus acciones interviene modificando la naturaleza, ¿o acaso la agricultura no modifica las especies para hacerlas más productivas? Y no por eso vamos a renunciar a la agricultura o la ganadería, base de nuestra alimentación. Ya he comentado que genéticamente no se diferencian en nada de sus congéneres de la naturaleza. Y bueno, los árboles en la naturaleza crecen porque en el medio natural todas las especies y todos los individuos están en continua competencia, buscando hacerse un sitio y conseguir los recursos necesarios para sobrevivir.
En el caso de los árboles esa supervivencia pasa necesariamente por crecer más que los árboles de su alrededor para conseguir más luz, más agua y más nutrientes, que determinará que puedan sobrevivir o no. En nuestro caso nosotros nos preocupamos a diario de proporcionar a nuestros bonsáis todo lo que necesitan, por lo que en esa situación los árboles no precisan crecer y hacerse grandes para evitar la competencia con sus congéneres, por lo que, de esa manera, un bonsái puede estar en perfecto estado de salud y alcanzar su plenitud sin necesidad de hacerse grande, ya que de igual manera conseguirá toda la luz, agua y nutrientes que nosotros le proporcionaremos. Se ha demostrado que incluso algunos bonsáis llegan a vivir más que sus congéneres en la naturaleza. Evitamos que les ataquen las plagas, que enfermen, les proporcionamos todo lo que necesitan, así que, aunque no hablan -a nuestra manera, porque se comunican de distinta forma- creo que si les preguntáramos nos dirían que como bonsáis viven muy bien. Y, bueno, hay personas que piensan que este arte es como una tortura, que nos pasamos el día podando los árboles. A estas personas yo les diría que pensaran un poco antes sus palabras. En la naturaleza todas las ramas de un árbol están compitiendo por alcanzar la luz y muchas que ocupan posiciones menos favorables se van debilitando y acaban muriendo. Es decir, el árbol prescinde de ellas y solo se queda con las que le proporcionan más energía, así que hasta el propio árbol hace una especie de poda continua y selectiva, desechando todas las ramas que le suponen una carga.
Nosotros, mediante un sinfín de técnicas que utilizamos de forma precisa y adecuada, lo que tratamos de conseguir es mantener todas esas ramas necesarias para ejecutar su diseño en perfecto estado de salud, evitando a toda costa que el árbol comience a debilitarlas, porque él continúa creciendo y las ramas bajas e interiores acabarían, si dejáramos el árbol que creciera libre, debilitándose y muriendo. Y bueno, respecto a lo de jugar a dioses, quizá algo sí, o más bien yo diría «maestros de la naturaleza».
¿Cuánto tiempo se tarda en crear uno?
Pues es bastante variable pero no menos de cinco años, y normalmente diez o más. Aunque, como ya te dije, un bonsái nunca se termina, él continúa creciendo por lo que, si lo descuidamos, al final tratará de convertirse en un árbol normal.
¿Es asequible económicamente?
Variará dependiendo del tipo de árbol que busquemos y de su calidad. Hay bonsáis desde poco menos de cien euros, y otros que se han llegado a vender por más de un millón.
¿Es fácil adquirirlos?
Dependiendo del nivel de bonsái que busquemos será más o menos fácil dar con él. De todas formas, hoy en día hay mucha oferta y de muy diversos precios. En los centros de jardinería puedes encontrar arbolitos en maceta de cinco, diez o quince años, en los que en su etiqueta reza «bonsái». Pero como ya he dicho, «bonsái» es más que un árbol en maceta, por lo que quizá ese nombre a esos ejemplares les quede un poco grande. Aunque ese material si se sabe trabajar bien, con tiempo, dedicación, conocimientos y técnicas, al final puede convertirse en un bonsái digno. Si lo que queremos es partir de árboles con potencial para ser trabajados como bonsái, tendremos que ir a parar a tiendas especializadas, en las que ya los precios serán más altos, pues ese material cuesta más de encontrar y eso lo encarece.
¿Tú los compras y luego los trabajas?
Bueno, yo soy maestro de bonsái, instructor de la Asociación del Bonsái Español (ABE) e igualmente instructor de la organización Bonsái Clubs Internacional (BCI), que  que agrupa a la mayor parte de asociaciones y clubes del mundo. Tengo mi colección particular de bonsái que he ido seleccionando a lo largo de muchos años, buscando sobre todo aquellos árboles sobresalientes en los que veía algo especial y único. Por otro lado, en mi escuela enseño el arte del bonsái y trabajo los árboles de mis alumnos. También me dedico a mantener la colección de bonsáis de personas particulares.
Los pisos de hoy no suelen ser muy espaciosos. ¿Es preciso tener un jardín?
Más que un jardín lo que se precisa es disponer de un lugar exterior donde el árbol reciba la luz del sol y sienta el paso de las estaciones, así como sus cambios climáticos. Como he dicho, no se diferencian en nada de sus congéneres de la naturaleza, por lo que, como ellos, donde mejor están es en el exterior.

Los bonsáis entre otras clasificaciones como la que hace referencia a sus formas o estilos también se agrupan en base a sus tamaños. los hay que tan solo miden a lo sumo cinco o diez centímetros (en japonés denominados Shinto) y los que llegan casi a un metro de altura (llamados Imperial). Así que si disponemos de poco espacio, pero eso sí aunque sea pequeño podemos disponer nuestros arbolitos en el exterior, entonces vivir en un piso tampoco debería ser un problema.
¿Se necesita una habilidad especial además de paciencia para para elaborar un buen ejemplar?
Lo más importante es tener verdadera pasión por la naturaleza y especialmente por los árboles. Hay que tener en cuenta que cuando adquiramos un bonsái, desde ese preciso momento su supervivencia va a depender única y exclusivamente de nosotros. Las técnicas se aprenden y, bueno, dependiendo de la habilidad de cada uno costará más o menos asimilarlas, pero para eso está el maestro, para saber enseñarlas y adaptarlas a las particularidades de cada alumno. Y sí, paciencia infinita también, ten en cuenta que hay futuros proyectos de bonsái que incluso parten de semilla y pueden pasar quince, veinte o más años para al final llegar a ver la imagen de un bonsái de calidad. De todos modos, ese proceso de formación y refinado se puede acortar bastante si previamente partimos ya de material con cierto potencial.
Una tarea muy larga
Sí, como te comenté, hay árboles que se llevan cultivando como bonsái más de quinientos años. De hecho, los árboles normalmente suelen ser más longevos que nosotros y, bueno… puede ser una buena manera de pasar un legado de padres a hijos, algo que habitualmente ocurre en los viveros de Japón, donde se cultivan bonsáis en los que hay maestros cuidando de los árboles que en su día su tatarabuelo comenzó a cultivar.
Y ya, para terminar esta agradable charla, decirte que he visto algunos de tus trabajos y me parecen verdaderas obras de arte. Sobre todo, después de esta extraordinaria lección que me acabas de dar sobre el bonsái. ¿Quieres añadir algo más?
Agradezco mucho tus palabras y sí, como dije, un bonsái es un árbol cultivado en una maceta, pero que va más allá y es requisito indispensable trabajarlo y dotarlo de una componente estética para generar la belleza que tanto agrada a quien lo contempla. Y esto generalmente no ocurre por casualidad. Hay que conocer y dominar muchas reglas y normas. Algunas comunes a otras disciplinas artísticas. Parte de eso se aprende y el resto forma parte del grado de creatividad artística que cada uno lleve dentro y sea capaz de exteriorizar y expresar. Respecto a la enseñanza, llevo enseñando unos cinco años, y desde este último me dedico a tiempo completo a transmitir todo el amplio conocimiento del que se compone este arte milenario.
Ahora vivo en el centro, donde tengo mi escuela física y donde realizo talleres para enseñar la parte práctica. Hoy en día con internet la docencia también ha pasado a otra dimensión, y ofrezco la posibilidad de estudiar un módulo online en el que se ofrece un curso avanzado de arte bonsái con una duración de cuarenta horas. En breve también voy a dar la opción de enseñar la parte práctica mediante vídeos en directo. Así que posibilidades para quien quiera adentrarse en esta apasionante afición hay muchas. Solo hace falta dedicarle algo de tiempo, que si se quiere se sabe encontrar, aunque parezca difícil, en un modo de vida tan acelerado como el actual. «En bonsái todo ese mundo pasa a un segundo plano y los tiempos adquieren otra escala, la de la naturaleza…»

***

Muchísimas gracias por tu tiempo, Marcial. Ha sido todo un placer volver a charlar contigo y recibir esta clase magistral acerca de esos «arbolitos», que desde hoy veré con otra mirada cada vez que pase por su sección en el centro de mi jardinería habitual.


Más información:

Marcial Yuste Blasco
Maestro de la Escuela Sagunt Bonsái (ESB)
Instructor de la Asociación del Bonsái Español (ABE)
Instructor del Bonsái Clubs Internacional (BCI)
info@saguntbonsai.es
www.saguntbonsai.es
Escuela Sagunt Bonsai.  sagunt.bonsai.es
También en su pág. de facebook donde comparte imágenes de sus trabajos.


miércoles, 2 de septiembre de 2020

PRESENTACIÓN CASETAS




Año… 1993/94. Mi marido lleva turno de noche y mis hijos ya se han acostado hace rato. Son las once. Tengo muchas horas por delante.

Aún no tengo ordenador ni internet. Pero tengo mis libretas y bolígrafos. Unas y otros siempre los tengo a mano. Con la casa recogida me acomodo en la mesa del comedor. Empiezo a escribir casi de forma mecánica: Criado en los barrios de la periferia…

No recuerdo exactamente cuánto tiempo estuve allí, escribiendo. Lo que sí recuerdo es que las letras y las imágenes fueron fluyendo libremente, a su propio antojo. Cuando llevaba once páginas de mi libreta tamaño A4, me di cuenta de que lo más conveniente era dejar de escribir y acostarme, de lo contrario, al día siguiente me costaría mucho trabajo levantarme.

Cuando me metí en la cama pensé que debía haberme quedado toda la noche escribiendo. Aquel a quien empecé llamando Quico merecía mi atención.

Me llevó algo más de un año finalizar aquella historia. Era consciente de que debía mejorar en su sintaxis, pero aun así me dirigí con mi manuscrito «pasado a máquina» y debidamente encuadernado con su gusanillo, al Registro de la Propiedad Intelectual de Valencia. Podía no estar muy bien redactada, pero era «mi historia» situada en un barrio marginal de cualquier ciudad cerca del mar. Con unos personajes y unas escenas totalmente ficticias. La había parido yo y era mía.

Desde aquel día hubo muchos cambios en mi vida. Me hice mayor —más mayor—, y fui creciendo no solo en edad. Traté de formarme en la medida de lo posible. Leí mucho, estudié y también escribí. Hubo dos novelas más que me negué a encerrar en un cajón en compañía de las Casetas. Y hubo poesía y colaboración en revistas. Y todo eso mientras Quico permanecía oculto. Hasta ayer…

A ratos, y ahora ya con la inestimable ayuda de mi teclado de ordenador, durante el último año me he dedicado a revisar y corregir aquello que no terminaba de agradarme. Para ser sincera, he de confesar que tan solo se ha tratado de algunos signos de puntuación o la inclusión de capítulos para hacer más cómoda la lectura. Tampoco he querido cambiar el modo del narrador que he mantenido en tercera persona.

Y por fin, Quico ha visto la luz.

Y la ha visto en completa libertad. De forma gratuita en versión digital que se puede descargar en el enlace que adjunto o en el que aparece en la cabecera, arriba. Para él no habrá presentaciones ni puesta de largo. Los personajes de esta historia no se ajustan a protocolos y finas prendas.

Espero no defraudar con estas letras.

Dolores Estal –Lola-



(En el enlace aparecen los pdf en distintos formatos por si queréis imprimirlos)


Portada: Ismael Murria
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viernes, 28 de agosto de 2020

CASETAS





Una historia de superación, en un medio hostil de mediados del siglo pasado, cuando la vida era en blanco y negro y los derechos de los más vulnerables una utopía.

Muy pronto en pdf para compartir.




miércoles, 3 de junio de 2020

ABRIL 2020





“Ese vaso, enjuágalo y a su sitio”

Es la voz de mi madre. Cada día, varías  veces, la oigo de nuevo, como si todavía estuviera aquí, en mi cocina que adivino como la suya.

Pero no estoy en su cocina. Tampoco estoy en su casa, ni en su calle. Ni siquiera estoy en nuestro municipio. Lo abandoné hace algo más de trece años y cada vez lo siento más lejano, más extraño.

Estoy viviendo el tiempo incierto del confinamiento. A veces tengo miedo. No tanto a la muerte como al dolor que produciré en aquellos que más me quieren. Es su dolor lo que me aterra. Dicen que soy individua en situación de riesgo, o algo parecido. Debe de ser por mis continuas bronquitis. La última la padecí hace apenas tres meses, justo cuando comenzó la pandemia. Me duró más que la anterior. Cada vez dura más y la recuperación es más lenta. Aún no me había recuperado del todo cuando me recluí en casa. Ahora ya estoy tan acostumbrada a no salir a la calle que es como si nunca hubiera salido. No la echo de menos en absoluto.

Es una sensación extraña. No he visto televisión en todo este tiempo. Tampoco he leído un solo libro ni he escrito poemas ni apuntes. Bueno, en realidad sí que he escrito algo, pero nada que estuviera relacionado con mi experiencia del momento. No deseaba regocijarme en mi incertidumbre, mi pena o mi rabia. Me limité a ser testigo de la incertidumbre, la pena y la rabia de los demás.

En mi casa hay mucho ruido de niños, de vajilla, de todo aquello que dota de vida a una casa. No estoy sola en mi confinamiento y no tengo momentos de silencio que permitan centrarme en algo que requiera más de cinco minutos de atención. Cuando he necesitado intimidad me he encerrado en mi habitación, más que por huir del trajín por no aislarme de mí misma. Necesito estar a solas conmigo y hablarme, escucharme, poner mi propia voz a mis miedos, a mis silencios y a mis reproches, a la indignación y a la impotencia que a veces me supera...

Esa voz, ese tono y esa forma de decir que cada vez más se confunden con esa otra voz, ese otro tono y esa otra forma de decir que oigo tras de mí cuando, al volver a la cocina y encontrarme un vaso sobre el banco de granito me ordena: “Ese vaso, enjuágalo y a su sitio”




Desescalada







Nunca pensé que se me pudiera robar la primavera. El olor de los azahares y de las madreselvas…

Me los robó la pandemia. Llegó con todas sus consecuencias: emocionales, trágicas, sociales y económicas.

Me dejó el vacío y me dejó el miedo. Y se llevó de mi lado, junto con los aromas, el verso y los poetas.

Me quedé sin poder disfrutar de los clásicos, y sin la mirada limpia de aquel a quien tanto quiero, conformándome solo con su sonrisa de ángel a través de videoconferencias.

Ahora nos está dando una tregua. Podemos salir a dar paseos, y también a ver a la familia y amigos. Y podemos, también, saborear una cerveza fresca en la terraza de un bar.

No sabemos por cuánto tiempo. Pero aquí seguimos quienes no sucumbimos al drama.

Las mascarillas son molestas. Sobre todo, si se tienen que llevar durante la jornada laboral. Y molesto es, así mismo, comprobar que el esfuerzo de muchos se ve pisoteado por la irresponsabilidad de unos pocos, los suficientes para contagiar en la medida del tres por uno.

Desde el principio me negué a sacar rédito literario —si se puede llamar así— a este tiempo extraño.

No hubo poemas, por mi parte, que mostraran mi forma de vivirlo.
No quise dibujar mis miedos, ni quise transmitirlos a quienes estaban confinados conmigo.

Apenas vi noticias y me negué rotundamente a ver las imágenes que unos y otros hacían circular acerca de los féretros y culpas varias.

No me interesaban las estadísticas de los fallecidos y contagiados, sino las de los curados y dados de alta.

Leí todo lo que pude cuando pude, y lo hice en voz alta. Y luego regalé mi voz a quienes quisieron escucharla a través del grupo de Whatsapp.

Hoy, sin embargo, cuando la tregua nos da un respiro, cuando el orden vuelve a mi hogar y vuelvo a refugiarme en los poetas, cada vez que bajo a mi garaje no puedo evitar vivir de nuevo la pesadilla.

Porque allí me refugiaba, con la excusa de ir a coger algo.

Allí había silencio y estaba oscuro.

Y en esa oscuridad y ese silencio vislumbro ahora la pesadilla. Mis propios miedos y posibles despedidas.

Nada contaba a los de arriba.

Tampoco a las primas que esperaban mis lecturas en voz alta a cada tarde.

Me comí mis temores y con ellos vestí mis risas para mis nietos.

Me disfracé de lo que el momento y el cuento exigía, si de mariquita o de pirata.

Pinté mis labios y puse máscara a mis pestañas. Y canté y conté mil cuentos con aquellos disfraces. Y capté imágenes en la terraza y en el patio.

En las demás casas había mucho silencio. En la mía gritos y golpes en las puertas que se cerraban para que los niños no estorbaran. Con los niños ya se sabe…

Hoy, con la desescalada, tan temida como ansiada, mi casa ha recobrado el silencio de otras horas.

La paz y los versos detenidos en el estante vuelven a mi sala. Lorca ocupa de nuevo mis desayunos, y la tertulia con las primas ha cambiado de hora y la llevamos a cabo durante las primeras horas de la mañana.

Con ellas converso sobre los paseos matinales, los olores del césped recién cortado, los de los azahares y los de las sales que arrastran las burbujas de las olas al llegar a nuestra querida playa.

Y juntas nos lamentamos por ese estallido de primavera robado.

Una primavera extraordinaria de la que sí han disfrutado, como hace años que no lo hacían, las aves migratorias, los insectos y animalillos de bosques y jardines… y aquellas especies tan amenazadas a diario por nosotros, quienes nos hacemos llamar racionales humanos.

Una primavera tan extraña, en la que nosotros fuimos los inquilinos de las jaulas.

Tal vez todo ha sido un aviso más de la naturaleza a la que tanto desoímos y pisoteamos a diario.

Quién sabe, quién me ha robado, en realidad, la última primavera.


Quién sabe…



viernes, 1 de mayo de 2020

Primero de Mayo 2020




Hoy, en medio de este trajín en el que transcurre mi confinamiento, me evado a un rincón solitario de la casa, en busca del silencio. Deseo recordar, a solas, aquellas horas. Las horas de unos días grises. Grises por el humo que cubría la atmósfera, y grises por la incertidumbre que se cernía sobre aquellos que dependían del gran amo. Hoy me habitan las imágenes de los días en los que yo nada entendía cuando los guardiaciviles, con sus armas en la mano, corrían tras los trabajadores por las calles aledañas a la fábrica. Yo era pequeña, pero alcancé a verlos desde una de las ventanas de la casa de la abuela, allá en aquella casa de la calle Andalucía, muy próxima a la Tenencia de Alcaldía.

Por aquella gente que corría huyendo de los culatazos, por aquellos que eran detenidos en sus casas los días previos a este Primero de Mayo que en nada se identifica ya con aquellos otros cubiertos de gris. Por todos ellos, mis Episodios Cotidianos.

«Arriba, cubriendo el cielo, solo humo,
abajo, solo hombres que caminan
con sus miradas perdidas.

Sus trajes de faena son azules
—No, no son trajes…—
Solo unos pocos hablan,
a voces.

«Carne de cuartelillo», los llaman
aquellos que visten de verde.»


Fotografía: Ismael Murria -Horno Alto, Puerto de Sagunto-

viernes, 24 de abril de 2020

Los amigos cuentan... MELISA LÓPEZ







Siguiendo con mi ronda de preguntas a mi círculo de escritores/as, hoy me acerco hasta Melisa López. Ella es Especialista en Políticas de Género e Igualdad. Hace algún tiempo ya os comenté acerca de su libro NIÑA INVISIBLE en el que narraba de forma novelada su propia experiencia y que, a modo de guía, es una de sus herramientas de trabajo en los talleres y charlas que lleva a cabo por distintos institutos, no solo de nuestra Comunidad, sino también de distintas ciudades de nuestra geografía.

Anoche mismo, cuando contacté con ella para ver si le apetecía contarme cómo lleva su confinamiento, no lo dudó ni un momento. Y aquí tenemos sus respuestas:

¿Qué día comenzó tu encierro?

Fue el 13 de marzo.

¿Planeaste u organizaste previamente una ruta de tareas?

No tenía planificada porque, entre otras cosas, pensaba que sería una semana o quince días, y tenía trabajo para esos días desde casa. Conforme pasaban los días en esa primera semana las noticias que nos llegaban no parecía que fueran de levantarse el confinamiento. Aunque tenía trabajo no me ocupaba todo el tiempo y empezaba a necesitar salir. Fue entonces cuando planifiqué tiempo para hacer ejercicio, leer, ver series, videollamadas…

¿Sigues esa planificación todos los días o también improvisas?

Para nada. Lo cumplí tres días y empecé a improvisar o a saltarme mi propio planing porque me gustaba también estar sin hacer nada, o simplemente porque cuando era la hora que había planificado, por ejemplo, para leer, no estaba concentrada. Estoy adaptando las actividades a lo que me pide el cuerpo y el estado de ánimo y no al revés.

¿Sigues las noticias sobre la pandemia? ¿Por qué vías?

Sigo las comparecencias y algún artículo de opinión de prensa digital. Alguna noticia también por esta vía e intento no mirar los comentarios que les siguen en las redes con opiniones de personas como yo, que no tenemos ni idea de pandemias.

¿Cómo es uno de estos días?

Pues la verdad es que no están siendo horribles. Son raros, son aburridos a veces y son reclutados… Para mí lo peor es que no me dé el sol, el aire o ir a la playa un rato, a una terraza con mi gente… Tengo la suerte de que nadie a quien quiera está en peligro de salud ahora mismo, ni nos ha faltado nadie. Así que en este contexto me siento privilegiada. Los días no están siendo iguales entre ellos porque hablo con mi familia, mis amigas y amigos, estoy con mis hijxs… y cada persona me va aportando cosas distintas cada día, temas de conversación, cosas que les pasan, recuerdos que traemos para animarnos… y hacen que la mente no esté estancada en un eterno Día de la Marmota.

En cuanto a las rutinas, ahí sí son iguales unas a otras, pero también mis días cuando no había confinamiento eran rutinas: te levantas, te duchas, café, algo de trabajo, niñxs, lectura, redes, música… Para mí lo importante estos días está siendo ocupar la mente más que los tiempos. Esos me preocupan menos. Y te podría asegurar que estoy hablando con mi gente en estos más de lo que hablo en una rutina anterior al encierro.

¿Te vienes abajo en algún momento?

He tenido algún momento de nostalgia, pero no de tristeza ni de asfixia. Sí que he tenido un poquito de pena pensando en las actividades al aire libre, en movernos por los espacios libremente… pero me puede haber durado unas horas. Entonces lo que hago es algún ejercicio de relajación, conecto conmigo, lloro un podo si me apetece llorar y luego estoy como nueva. No evito esas sensaciones porque negarlas no me iría bien y saldrían después por otro lado.

Comentas que una de las actividades a que dedicas tu tiempo es a la lectura. ¿Y la escritura? ¿Estás trabajando en algo nuevo?

Pues lo cierto es que no estoy escribiendo nada. En casa somos cinco, dos adolescentes y un niño de tres años. Mi capacidad de concentración y atención estos días está bastante alterada. Me cuesta incluso leer más de veinte minutos seguidos. Así que me estoy centrando, cuando por algún extraño motivo hay silencio en casa, en hacer ejercicios de escritura, pero en los que me trabajo yo para estar serena. Nada que tenga un hilo conductor; nada que se parezca a una historia o pueda ser mínimamente creativo. Solo lo utilizo para cuidarme; son notas, son ejercicios…. No es escritura en sí como la entendemos en el sentido de crear historias.

¿Algo nuevo a la vista para cuando acabe esto? Tengo muchas inquietudes últimamente, así que eso es lo peor porque no acabas de apasionarte por algo en concreto. Tengo algo a medias desde hace tiempo bastante adelantado. Son dos historias que se quedaron colgadas por el camino. No he vuelto a necesitar retomarlas y para mí eso es señal de que no es la historia que quiero contar. Porque cuando necesitas contar algo no te arranca del ordenador ni una pandemia. Eso, ahora mismo, no me está pasando. He intentado provocarlo pensando que ahora, justamente, tengo tiempo. Pero para escribir, el tiempo es un factor, pero solo uno. Cuando he necesitado escribir de forma urgente porque me lo pedía el cuerpo, daba igual que fuera en una cafetería de forma improvisada antes de entrar al trabajo, en el descanso o incluso desvelada, porque había sentido que le quería dar un matiz o una frase a un fragmento concreto.

 Lo que sí tengo claro es que tengo pendiente contar experiencias que me han ido pasando y mi forma de alivio es mediante la escritura. Lo que ando ensayando es el formato, la forma de narrarlo, si será en primera persona o lo contará alguien que no sea yo para, con la escritura, tomar perspectiva. Ando con ese lío, que también me viene bien.



 ***


Siempre es un placer escuchar, entablar conversaciones con mis amigas/os escritores. Y siempre me aportan positividad. Durante estos días en los que decidí apartar la pluma y dedicarme únicamente a escuchar, me siento verdaderamente relajada, satisfecha de contar con todos estos amigos y amigas entre mi círculo de amistades. A través de sus respuestas, de sus experiencias en estos días extraños, compruebo la diferencia generacional que hay entre algunos de ellos —o algunxs de ellxs, como suele escribir Melisa cuando se trata del género—, y también la lucidez  de todos y cada uno de ellos.

Muchas gracias a todxs.

Buenos días




jueves, 23 de abril de 2020

Los amigos cuentan... RUTH SICILIA TORRES





Hoy, 23 de abril es un día especial para quienes disfrutamos escribiendo historias. Unas veces nos decantamos por inventar esas historias, luego les damos forma y, si podemos, las publicamos. Otras, escribimos a modo de novela, nuestras propias experiencias. Este es el caso de Ruth, quien se sirvió de las letras para contar su historia: MI IMPENETRABLE SONRISA.

Yo la conocí a raíz de la publicación de su libro. Desde entonces somos amigas. Y es a ella a quién he dirigido hoy mis preguntas sobre cómo afronta este tiempo de confinamiento.

¿Llevas confinada desde el primer día?

Como madre de dos hijas, una de ellas con una discapacidad del 77%, el 13 de marzo comenzó nuestro confinamiento. Como normalmente hago una compra grande semanal, y la había hecho el miércoles anterior, el día 13 solamente salí para ir a la farmacia a comprar alcohol y mascarillas, y aproveché para cambiar una batidora que se me había estropeado y que la necesito para preparar algunas comidas de mi hija.

¿Trazaste alguna ruta de tareas para los días que se avecinaban o eres de las que improvisan sobre la marcha?

No hice ninguna ruta en especial. Día a día vemos si hace falta algo, hacemos listas y solo sale mi marido de casa a hacer los recados pertinentes los días que sea estrictamente necesario. Cada día improviso todo, hasta lo que vamos a comer. En estos momentos de ansiedad lo que menos necesito es una obligación impuesta por mí para seguir ningún tipo de rutinas.

Tú eres una persona involucrada, no te gusta mantenerte al margen. ¿Sigues las noticias? ¿Por qué vías?

Un par de veces al día vemos noticias. A mí me gusta verlas en el canal 24 Horas, donde suelen salir comparecencias en directo. Me he dado cuenta que luego tanto en redes como en imágenes de las mismas se tergiversa la información, recortan entrevistas y hasta ponen frases que sacadas de contexto cambian mucho la información que daban en directo.

¿Cómo son ahora tus días?

Intentamos levantarnos pronto. Entre semana la niña pequeña tiene clases online y la niña especial va detrás de nosotros. Con ella improvisamos alguna actividad para que haga algo similar al colegio. Mientras tanto vamos poniendo lavadoras, recogiendo, limpiando, preparando la comida… Hasta la hora de comer no paramos. Una vez hemos comido intentamos que la niña mayor, que por su discapacidad toma medicamentos muy fuertes, duerma la siesta. Nosotros aprovechamos para elegir una película de Netflix y verla con la niña pequeña que tiene siete años. Por la tarde preparamos alguna merienda entre todos. Mi hija pequeña ha cogido afición a la cocina y a veces grabo sus recetas y las cuelgo en un canal que se ha abierto en Youtube. Jugamos a algo todos juntos: guerra de cojines, hacer payasadas… Y también hacemos videollamadas con amigos y familiares. Todo eso hasta las ocho de la tarde que salimos a aplaudir. Ese es un momento muy bonito en el que ves que hay vida fuera de tu casa. Después preparamos la cena, pero a veces cenamos más tarde porque en ese tiempo hacemos bailes, ponemos música, pintamos… Un poco lo que más apetezca. Luego toca un rato de televisión hasta que las niñas se quieren ir a dormir. Y ya, cuando se han dormido, mi marido y yo solemos ver alguna película que nos guste a nosotros, ya que pasamos todo el año sin tiempo para ver la tele.

¿Te vienes abajo en algún momento del día?

Me vengo abajo mil veces al día. A veces cuando hablo con mis padres, otras cuando durante los aplausos mandan besos a mi hija, también si mis hijas se pelean o las siento tristes. Pero también me levanto enseguida e intento animar la situación.

Con todo este trajín de las niñas imagino que no tendrás mucho tiempo para leer o escribir. Cuando empezó todo esto ¿estabas trabajando en algo nuevo? ¿Sacas algún rato para escribir sobre lo que está ocurriendo?

Soy una persona muy positiva, doy muchas vueltas en mi cabeza a lo que quiero escribir. De hecho, estoy escribiendo un libro sobre ser una familia con una hija especial. Pero estos días sin intimidad, siempre rodeada de mi familia me cuesta mucho centrarme y tener un rato de silencio sin interrupciones para poder escribir. Sí que quiero introducir en mi libro de Francina cómo ha sido para ella por su condición y para nosotros como padres, este confinamiento, esta situación.

*

No tengo la menor duda de que esta situación está resultando muy complicada para muchas personas, cuanto más, para familias que, como la de Ruth, comparten su confinamiento con aquellas que precisan de una especial atención.

Muchas gracias, Ruth por atender a mis preguntas. Me consta que no andas sobrada de tiempo. Ha sido un placer leerte.




miércoles, 22 de abril de 2020

Un miércoles de abril






22 de abril y llevamos… En realidad, no sé cuántos días de confinamiento. No los cuento. Solo, cuando desconecto por las noches y apago luces, pienso: «Ya tenemos uno más y uno menos»

Es cierto que ya empiezan a pesarme. Esta mañana al despertarme no sabía con certeza si era miércoles o jueves. Me sigo despertando triste. Después, durante el día, la tristeza pasa inadvertida por el exceso de trabajo en casa. Mi familia está confinada conmigo y eso me alivia. Seguimos todos bien que es lo que cuenta en estos momentos. Mi hijo y mi nuera no están lejos y comprobar cada día por teléfono que también siguen bien me tranquiliza.

No escribo. Tampoco leo. Mi déficit de atención es bastante considerable. No me centro en nada. A veces cojo un libro y hojeo sus páginas sin detenerme en ninguna. Otras, leo un fragmento en voz alta, me grabo en audio y lo envío al grupo de «primas». Ellas me envían a mí otros tipos de mensajes: fotos de familia que yo desconocía y en las que a veces aparezco cuando era niña; recetas de cocina de las que hacía la abuela; anécdotas de nuestras madres de cuando eran jovencitas… Nos gusta estar en contacto. Antes no lo estábamos como ahora. Además de que no nos veíamos tampoco nos llamábamos. Quizá, cuando acabe todo esto, si acaba pronto y el drama no nos salpica a ninguna, volvamos a ser por un tiempo las primas de siempre, las que correteábamos mientras nuestras madres coincidían en casa de los abuelos. Personalmente me gustaría, pero tengo la impresión de que una vez finalice todo esto nos olvidaremos de la comunicación que ha surgido a raíz de esta pandemia que nos mantiene a todos encerrados en casa.

Me informo poco y mal acerca de los acontecimientos. Apenas veo la televisión. Detesto que saquen las imágenes de féretros amontonados. Y, sobre todo, detesto que las manipulen y las utilicen políticamente. ¿Cuántos muertos vale un voto? ¿20.000? ¿30.000? Posiblemente el gobierno actual no lo esté haciendo todo lo bien que algunos desean. Tampoco todos los ciudadanos están actuando como debieran, y alrededor de unos y otros acuden los necios como los buitres a la carroña. Hay quienes trabajan, aunque no consigan hacerlo bien, para derrocar al virus, y los hay que trabajan incansablemente para derrocar al gobierno. Y juegan sucio, muy sucio. La gente ha confundido la «libertad de expresión» con la «libertad de difamación» Y es triste. Muy triste. La mentira, el insulto y la difamación llenan cada día las redes sociales. Nadie pregunta por cómo van los ensayos de la vacuna, por qué estudios están haciendo nuestros científicos, en el caso de que estén en activo y con los recursos suficientes. Solo preguntan por la cantidad de muertes y contagios. Y algunos hasta se frotan las manos: A mayor número de unos y de otros, más probabilidad de escupir a la cara al presidente y a su equipo.

Y no veo a nadie, absolutamente a nadie, preguntándose si la pandemia ha saltado ya a los países del llamado Tercer Mundo, aquel al que no llegan las mascarillas ni los confinamientos. Tampoco se preguntan ya por los refugiados que huyeron de las guerras, ni si continúan los bombardeos en aquellas ciudades masacradas. Tan poca atención le prestamos a estos países que aún no nos hemos percatado de qué pasará cuando este nuevo virus llegue hasta allí y se sume a los que ya padecen.

Nosotros seguiremos encerrados en nuestras casas con nuestras comodidades, contando los muertos, los nuestros, y culpándonos unos a otros por no poder salir a la calle. Y mientras tanto, el enemigo invisible saltará hasta los países más débiles, perpetuándose por no se sabe cuánto tiempo.