lunes, 20 de enero de 2014

En referencia a un ensayo

 
 
 
 


Domingo de enero. Domingo de tristes, y ya algo lejanos, aniversarios. La noche ha transcurrido entre ensueños grises e impertinentes. Ya casi se han desdibujado en estas horas que llamamos «de vigilia». El día se ha asomado por fin desde el otro lado de las lomas y me ha recordado que tengo tareas atrasadas. Últimamente siempre las hay. Será quizá porque acaparo demasiadas, o porque no les presto la debida atención. Tal vez se deba a una adicción a las redes sociales, lo que me provoca un exceso de información que impide mi sueño reparador durante la noche.

Sea como fuere, me he levantado más triste de lo habitual. «Esto no es positivo para afrontar un nuevo día» me he dicho a mí misma. Y mi siguiente recomendación ha sido la de subir las persianas, lavarme la cara con agua muy fría y recoger la casa. Después me he puesto a leer. Me he detenido en el último número de Amaranto Cultural. He pasado de largo por mi sección y la de algunas de los compañeros, y me he detenido en la de Antonio Martínez: «Lo que puedo contar»

En esta ocasión, su artículo forma parte de un compendio de cuatro, y este, que lleva por título Azul, es el primero de ellos. Antonio nos da su punto de vista sobre el carácter  de «el español” a la vez que muta su voz en poema Intercalado en el texto:
 

El español se da de bruces con la fatalidad
 
en la telúrica sed de la tierra.
 
 Llena de arena sus venas
y las ciega con espartos.

 Ahogado en melancolías,
ata futuros al pasado
o a desiertos presentes.

 Úteros sin vida,
yermas bailarinas en rojos escarlatas de sangre,
machacan esperanzas no nacidas…
 
 

Más adelante me encuentro de nuevo con el verso; pero, ahora, y todavía bajo los efectos de la tristeza, me detengo en la reflexión sobre ese español que Antonio dibuja:
 
[…] hay españoles que encuentran esperanzas en el progreso. Ismo fatal que provoca escarchas en primaveras que queman cosechas. En él no existe sustantividad. Es como una mariposa en busca de colores que no encuentra. Siempre en trance de perder su ser en beneficio de lo que aún no tiene. El presente desparece encantado por la fascinación de lo por venir.

El progresismo lo ata, lo anula y absorbe en la búsqueda siempre —fuentes nunca encontradas— de creaciones originales. Se convierte en Encantador del Tiempo que despoja de sentido cada situación en beneficio de la siguiente. Es el presente sin sustancia. La espera de lo necesario como consecuencia. Y la imposibilidad de estar constantemente imaginando el futuro como acto creativo […]
 
El artículo continúa con las reflexiones de su autor en torno a la razón y la vida. La primera, la razón, lo lleva hasta el Escorial, donde, la inestabilidad petrificada, la secuestra disfrazada de serenidad. «Toda situación es inestable si alienta su ser en la polaridad» nos dice antes de situarnos ante la luz del «faro que orienta», Toledo.
Si el Escorial es el poder, Toledo es la razón vital. Dos caminos, dos Españas, dos posibilidadesEl artículo finaliza con la posibilidad de pérdida del español como un trágico destino. Pérdida que, a su vez, puede significar un excelente privilegio. El camino está lleno de posibilidades. Posibilidades en un camino que, obligatoriamente, ha de recorrer el individuo, y ante ellas ejercer su libertad y también su responsabilidad. No basta con conformarse con «ser», sino que hay que elegir el «propio ser». Porque, «para el ser, toda experiencia se hace intransferible, propia. Y “siendo”, que es esencialmente soledad, la de los otros es imposible pensarla.»
Alejada ya la tristeza, doy por concluida mi lectura y observo que mientras estaba ausente y caminando entre las reflexiones de Antonio, el sol ha ido acomodándose por cada rincón de la estancia. Las nubes han desaparecido del cielo dejando grandes huecos azules, y las voces de los niños en el parque me avisan de que es hora de ir a preparar la comida.
Pero antes, y a modo despedida, releo los últimos versos rescatados por mi compañero de redacción en Amaranto y amigo en el ámbito personal. Unos versos que me recuerdan que hubo poetas de otros días que, al igual que yo, amanecían de la mano de la tristeza y de la incertidumbre.
 
... No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡Sin desnudos!
(G. Lorca)
 
 
En torno al artículo de Antonio Martínez Alcalá, Azul; de la sección "Lo que puedo contar", de la revista «AMARANTO Cultural»  (Nº 15 - Invierno 2013)
(Poemas de A. Martínez Alcalá y García Lorca, respectivamente)
Ilustración: Blas Estal.

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