miércoles, 11 de diciembre de 2019

Unas notas de Uba






La mañana invita al paseo. Luce el sol, tímido y sereno. Uba sigue sin venir. Prefiere los días de lluvia, pero yo tengo su cuaderno. Lo leo de forma aleatoria, sin el orden de sus páginas. Lo introduzco en mi bolso de tela, junto con las llaves y el monedero; también incluyo la cámara de fotos. Hoy prescindo del móvil, no quiero que nada perturbe mi paseo.

Rodeo la huerta y llego hasta la zona de El Calvario. Es un lugar tranquilo, idóneo para la lectura y el recogimiento. No obstante, desestimo el acomodo en el recinto. El sol no calienta lo suficiente, hace frío de invierno, aunque aún faltan unos días para el solsticio, y decido caminar un poco más.

Vuelvo a casa por el camino del río, disfrutando del paisaje que me ofrece la sierra. Me detengo un instante para dirigir el objetivo de la cámara hacia los perfiles montañosos. En algún momento varío su dirección hacia el curso del río; adivino su desembocadura, pero está lejos, demasiado del lugar en que me encuentro. Aunque quisiera no podría fotografiar el cauce seco del delta. No importa, lo llevo asido a mí misma, igual que lo lleva Uba. Ella es lluvia y es mar, y es río que recorre valles entre montañas, y es la tierra húmeda de los caminos viejos. Me lo recuerda en sus notas que me acompañan esta mañana en mi paseo.

Escribe esas notas desde hace muchos años. Desde que la conozco. Hoy las leo en mi regreso a casa, mientras tomo el segundo café de la mañana…

«Cuando comencé la primera novela, inconscientemente, me puse a escribir narrando en tercera persona. Fue sobre la vida de un muchacho y no sobre la de una muchacha. Escribí con piel de hombre. Después, cuando escribí la segunda, narré en primera persona y volví a escribir desde la piel de hombre. Y cuando llegó la tercera, también inconscientemente, me desprendí de la piel adquirida al coger la pluma. Ahora lo hacía desde mi propia piel. Narraba en primera persona, desde dentro de la mujer que soy.

Y llegó la poesía, con su infinitud de sensaciones, de terminaciones nerviosas, de caricias y susurros…Desde mis silencios de mujer, desde mis miedos de mujer, desde mi ira de mujer arrebatada…»

Los pies se me han quedado fríos. El invierno se acerca y agradezco el calor del hogar. Guardo las notas de Uba en el cajón del escritorio. Junto a la poesía de otras horas. Tal vez mañana, o quizá pasado; quién sabe si en una madrugada inesperada la encuentre de nuevo junto al fuego, empapada por la lluvia, despojándose de su propia piel y de sus notas inacabadas.


Fotografía LEH -Calvario-


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