miércoles, 6 de abril de 2022

Los recuerdos se deforman

 




Y un día te das cuenta de que los recuerdos se deforman.

En tu lectura del día, el autor del libro ha escrito acerca de aquella primera casita que todos una vez dibujamos: aquella cuyo techo acababa en pico, con un arbolito al lado y unos escasos cuatro trazos que, supuestament, mostraban all perro.

Una casa baja, nada que ver con los edificios colmenas actuales; un perro que habita en el exterior, alejado del confort del aire acondicionado y del sitio privilegiado en el sofá frente al televisor -«mascotas», los llamamos ahora-; el árbol erguido sobre la tierra que lo sustenta…

Y tú interrumpes la lectura porque quieres recordar aquella primera casa que dibujaste. Y buscas en vano aquellos trazos que debían ser la figura del perrito. Cuando recibes la imagen de tu dibujo compruebas que, efectivamente, el tejado de tu primera casita termina en pico, pero la ves lejana, borrosa. Y ves también la mesa y la silla en aquel cuarto donde te esmerabas trazando las líneas, escogiendo los colores Alpino. Y adivinas el remate de aquel techo en pico, en el que, a modo de punto final del trabajo, dibujabas aquella pequeña cruz.
 
La mañana ha entrado de lleno por la cristalera de la terraza. Es hora de apagar la lamparilla de lectura y subir las persianas permitiendo que el sol se instale en toda la casa. Piensas que el tiempo primaveral que nos acompaña desde hace semanas no se corresponde con la estación actual, pero agradeces el calor del sol que te evita el consumo excesivo de luz.

Aún te queda media hora de lectura, pero cierras el libro y te permites escribir unas líneas en tu bloc de notas, a la vez que buscas en los recuerdos más recientes del pasado fin de semana, esa casita/palacio que dibujaste con tu nieto mientras se terminaba de hornear la lasaña.


-Febrero 2022


 

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