La PAH Camp de
Morvedre celebra esta semana su tercer aniversario, y lo hace llevando a cabo
diversas actividades, una de ellas la exposición de fotografía representativa
del trabajo realizado hasta la fecha.
Entre los objetivos de
esta plataforma, y una vez conseguida la Dación
en pago para muchas familias desahuciadas por impago de las letras de su
hipoteca, se encuentra la consecución del alquiler social para estas personas
de escasos recursos económicos, así como el asesoramiento y la ayuda para que
puedan acceder a los servicios básicos como son el agua o la luz.
De Fragua y Yunque, consciente
del dramático momento por el que estas familias afectadas están atravesando, se
ha permitido acercarse hasta Óscar, uno de los responsables de la plataforma, con el
fin de tener un mayor conocimiento del seguimiento, proceso y consecuencias que
estos desahucios conllevan.
PREGUNTA.— ¿En qué momento da comienzo el procedimiento de
desahucio?
RESPUESTA.— El procedimiento empieza el mismo momento en que se deja de
pagar. A continuación por vía juzgado se envía la notificación para ir a
recibir lo que se conoce como «tocho» que es donde se reclama la deuda, la
pagada y la no pagada. Se reclama todo el importe que se pidió en su día cuando
se formalizó el préstamo hipotecario. Lo siguiente es la «subasta» y después,
la comunicación de desahucio.
P.— ¿La deuda pagada también?
R.—
El banco reclama la totalidad de la deuda. Primero por un burofax en el que se
indican las instrucciones a seguir en un primer momento. Después llegará otro
que es el que inicia el procedimiento judicial. En ese momento también reclaman
«toda» la deuda, pero luego se trabaja y no es así.
P.— ¿Hay posibilidad de recurso?
R.— Sí. La hay. Los juzgados suelen dar de cinco a diez días. Lo que ocurre
es que en los casos de pocos recursos económicos, de familias ya muy
castigadas, se solicita un abogado de oficio y eso lleva prácticamente todo el
tiempo de que se dispone para paralizar el proceso.
P.— ¿De cuánto tiempo dispone la familia para abandonar la
casa?
R.— Ahora nos estamos encontrando con lo que se denomina «desahucios
abiertos» que son ilegales. Son desahucios donde se avisa a la persona de que
van a desahuciarla, pero no se le dice cuándo. Cuando ya se comunica la fecha,
desde esa fecha hasta el día del levantamiento puede haber alrededor de un mes.
P.— ¿Y luego?
R.— El retroceso a otros tiempos. Se recurre a volver a casa de la familia. A
vivir con los padres o abuelos. Entre el trabajo precario y el trabajo
inexistente, no queda otro remedio. Coges tus cosas y tus hijos, si los tienes,
y vas allí donde tengas un espacio para ellos.
P.— ¿Te pueden multar por dormir en la calle o coger comida
de los contenedores como se ha dicho por algún sitio?
R.— Sí, pero son multas administrativas que se pueden pelear en los plenos,
en los ayuntamientos. No solo te quedas con una deuda y en la calle con toda tu
familia, sino que además, tampoco puedes hacer frente a un alquiler. ¿Cómo vas
a pagar entonces una multa de este tipo? Es un poco una persecución contra el
estallido social. Es absurdo.
P.— Hablemos de los niños. ¿Y si no hay abuelos?
R.— Entonces entramos ya en el tema de lo que se llamaba «ocupación» que
ahora es «recuperación». En algún sitio tienen que vivir. Aquí en el Camp de
Morvedre hay «dieciséis mil» viviendas vacías que pertenecen a los bancos. Se
intenta «recuperarlas»
P.— ¿Y qué hacen cuándo hay que matricular a estos menores en
el colegio? ¿Cómo justifican el domicilio, que es uno de los requisitos previos
a la matriculación?
R.— Claro, el empadronamiento… Esta situación es una de esas que denominamos
como «situación excepcional». Como situación excepcional se dejó de empadronar.
Si se pierde la vivienda, si la familia se tiene que desplazar a otra
población… intentamos que no repercuta en la escolarización. Muchos desahucios
se paralizan precisamente por el tema de los niños hasta que estos acaban el
curso. Después el problema sigue ahí, porque hay que buscarse otra vivienda.
P.— ¿Se ha hecho el seguimiento de alguna familia en casos
concretos, como este que puede afectar directamente al rendimiento escolar de
los niños?
R.— Es difícil hacer el seguimiento con la gente porque se pierde el
contacto. Lo que sí hacemos es ayudar, en lo posible y a través del colegio, con
el tema de la alimentación. Ayudamos a dos o tres familias y por conversaciones
mantenidas con su director sabemos que los niños son conscientes del problema
que se vive en casa. Les llevamos comida una vez al mes. En navidad hicimos una
recolecta de juguetes también. No se trata de una ayuda que esté relacionada
con Cáritas ni con ninguna otra organización. Somos independientes. También
llevamos ropa, calzado y comida a unos inmigrantes que no tienen donde estar,
por eso, por ser inmigrantes y no tener aquí familia.
P.— ¿Y qué pasa cuando la persona desahuciada es un anciano o
alguien que necesita unos cuidados especiales?
R.— Recurrimos a Servicios Sociales. En esos casos, son ellos quienes deben
aportar las soluciones. Nosotros hemos creado grupos psicológicos. Ahora, por
desgracia, el psicólogo que teníamos se ha trasladado y estamos pendientes de
ver si encontramos un suplente. Porque en los grupos tenemos también casos de
maltrato, malnutrición… Es que el quedarte sin trabajo y sin casa conlleva
otros problemas.
P.— ¿Qué pasa cuando el desahuciado es una persona
dependiente?
R.— Estos casos son más fáciles de defender y se les puede dejar uno, dos y
hasta tres años. Si nuestra defensa no surte el efecto deseado y el juzgado
decide seguir adelante con el desahucio, entonces derivamos el tema a Servicios
Sociales que es quien tiene que intervenir. Nosotros podemos hacerle la vida
más fácil, haciendo una puerta más ancha, colocando una rampa, pero en el tema
salud, como pueda ser evitar una infección por no tener una vivienda en
condiciones, no podemos ayudarlos.
P.— ¿Cómo traer un niño al mundo en estas condiciones?
¿Pueden los Servicios Sociales retirar la custodia a unos padres por no poder
proporcionarle un hogar?
R.— Como poder, pueden; aunque no tenemos constancia de que aquí se haya dado
alguna situación así. Sería un caso muy extremo, pero antes de que se diera,
como se ha comentado antes, se recurriría a la «recuperación de vivienda»
P.— Llegamos al tema de desahucios por impago del alquiler.
Muchos conocemos casos de inquilinos que no solo no pagan el alquiler porque no
quieren, sino que, además, hacen negocio alquilando las habitaciones de una
casa que no es suya. Cuando el dueño consigue que se vayan, se encuentra con
que le han destrozado el piso, y con una gran cantidad de recibos de luz, agua
y gas que ha de satisfacer él mismo. ¿Recurren estos inquilinos a vosotros?
R.— Es un tema muy a tener en cuenta, y hay que tener las cosas muy claras.
Por un lado están quienes no pueden hacer frente al pago del alquiler porque no
pueden, y por otro los que no lo hacen porque han hecho de los pisos de los
demás y de la morosidad su modo de vida, dejando pendientes, no solo los pagos
del alquiler, sino las deudas por los servicios como la luz, el agua y el gas.
Si antes ponían la excusa de que había menores con ellos, ahora, desde que está
el desahucio exprés, esa excusa ya no vale, porque por impago te pueden tirar a
la calle con niños y todo. Pero al dueño de la casa echarlos le sale caro. Si
va justo de recursos económicos porque está pagando la hipoteca de ese piso por
el que no le pagan el alquiler, y se queda colgado con los gastos comentados de
luz, gas y agua además de arreglar los desperfectos producidos en el inmueble,
pues si encima tiene que denunciar, le va a salir caro, muy caro. Entonces,
algunos tiran por la vía de las amenazas, y es un gran error, porque entonces,
los que acaban denunciados son ellos.
No tocamos los temas
de alquileres cuando se trata de particulares. Somos muy selectivos al
respecto. En todo caso, cuando hay problemas con un alquiler particular,
intentamos sacar a la familia de ese alquiler, porque muchas veces, al hacerlo,
todas las denuncias se retiran. Entonces el dueño de la casa, aunque es verdad
que no va a cobrar —no hubiera cobrado de todas formas—, por lo menos recupera
la casa.
Desde la Plataforma se
defiende a los inquilinos de alquileres de bancos. Y peleamos para que tanto
las obras sociales, como los bancos y las Cajas, que tienen muchos pisos
vacíos, los alquilen en modo de «alquiler social».
P.— ¿Os sentís apoyados por la gente, o sentís que ésta mira
para otro lado ante vuestras actuaciones en defensa de quienes pierden sus
casas?
R.— Siempre hay quien no comprende que no nos quedemos viendo el fútbol en
vez de ir a defender la casa o los derechos de otros. Incluso hay quien
pretende ponernos en evidencia, pero han acabado siendo ellos los puestos en
evidencia y no nosotros.
P.— ¿Alguna vez hubo problemas con la policía?
R.—
No hemos tenido ningún enfrentamiento serio con ellos. Siempre somos los
mismos, nos conocen y saben por qué hacemos lo que hacemos. Si hemos ocupado un
banco, hemos estado toda una mañana, pero nada más. Hemos podido molestar con
nuestra presencia pero si somos clientes tampoco pueden echarnos. Está claro
que si se rompe una papelera o hay algún incidente van a ir a por el
responsable de la plataforma.
P.— ¿Cobráis algún tipo de cuota?
R.— No. Es una decisión a nivel estatal. Es verdad que las donaciones son
bien recibidas, pero no se piden. Contamos con una caja de resistencia. A veces
no hay más remedio que «pasar el sombrerico» y poner cada uno lo que buenamente
podemos. Hay quien no tiene problemas hipotecarios y está con nosotros
colaborando. Estamos mirando de realizar eventos, como conciertos, concursos de
paellas, etc., porque aunque no cobramos y trabajamos de forma altruista, sí
que tenemos gastos de gasolina, teléfono y la luz y el agua de los locales que
nos dejan.
P.— ¿Cómo se puede colaborar con la plataforma?
R.— Realizamos asambleas y actuaciones donde comentamos acerca de las
necesidades de la gente que se acerca hasta nosotros solicitando ayuda. Solemos
preguntar la profesión de quienes se ofrecen a colaborar. Eso es importante
porque, por ejemplo, es muy de agradecer la colaboración de gente que ha
trabajado en servicios sociales y que ahora están en paro. Nos aportan sus
conocimientos como asesores y nos ayudan a la hora de trazar la ruta a seguir.
También se puede colaborar con aportaciones de comida y de ropa, pero la ropa
solamente se admite para niños hasta doce o trece años. Como no tenemos local
fijo para reunirnos, a veces ese es otro medio de colaboración y nos dejan
locales donde reunirnos.
El tiempo se ha echado
encima y De fragua y yunque debe concluir la entrevista. Las últimas palabras
de Óscar permanecen como un
eco en el aire, y se hacen oír de nuevo en el momento de transcribirlas para
ofrecéroslas: La dación en pago es un
hecho real que está contemplado por ley, y lo mejor de todo es que se está
aplicando, y más de lo que parece. Eso es, en parte, un respiro para las
familias desahuciadas, pero el problema sigue vivo, latiendo, puesto que,
aunque se quedan sin la deuda, siguen en la calle, con su hambre y su falta de
servicios básicos.