jueves, 30 de octubre de 2014

La muda



 



En el aire se nota la ausencia del olor de los jazmines y de los galanes de noche. Los azahares tardarán bastante en vestir de nuevo los campos, pero las naranjas ya pintan en la huerta. Comienza la muda de colores en el paisaje, y el aroma de la tierra, esa tierra nuestra, la de siempre, la que sustenta la vida, parece que nos habla con voz de ayeres.

Ya es otoño y yo cierro los ojos y me pregunto «Qué estaba haciendo justamente en este día de este mes en aquel año…» La mayoría de las veces no obtengo respuesta porque la fecha no es relevante, ni en mi presente ni en mi pasado lejano o reciente. Habré de esperar unas semanas para recordar un acontecimiento ocurrido en esta nueva muda.

Octubre, noviembre o diciembre qué más da. Mi cuerpo se prepara para esperar los atardeceres precipitados y los primeros fríos. Las ventanas permanecen cerradas y las cortinas echadas. Las voces de los niños en la plaza son solo un murmullo apagado y mi camiseta deportiva una intrusa que desde una esquina del ropero reclama la atención perdida.

El rincón de la lectura se ha despejado. Las tardes invitan al paseo por las páginas y, de vez en cuando, si llueve, les dedico un tiempo extra. Algo me dice que es tiempo de flores aunque  no florezcan los jardines. Intento resistirme porque es otoño y no tocan flores, sino libros escolares, caminatas bajo el sol aletargado de la tarde y prisas a la hora de bajar al contenedor del reciclaje para que las últimas luces del día no me echen de menos cuando se despidan tras la última montaña.

Pero… ¿quién se resiste a unas flores? Me arreglo y miro mi reloj por si todavía estoy a tiempo de coger el autobús. «Si no me entretengo con la brochita ante el espejo, me da tiempo» pienso en voz alta. Y salgo ligera, cargada con mi bolso grande repleto de cosas necesarias como los bolis, la agenda, la libreta pequeñita de notas, el móvil, el monedero, los poemas de mi nuevo contacto de facebook, las llaves…

Ya en la floristería, compraría todas las flores de la tienda, y todas las copas de cristal tallado, y los centros de mesa… ¡Está todo tan bonito y expuesto con tan buen gusto! Pero me reprimo porque no están las cosas para abusos y, además, luego todo son trastos por todas partes. Compro lo esencial para formar mi ramo y me empleo con ganas en su confección: A un lado las azucenas, los dos gladiolos sobresaliendo unos centímetros por encima de los claveles moteados; la rosa roja en el centro, altanera, que para eso lleva el nombre de las mujeres que tanto me quisieron y quiero; y la paniculata salpicando todo el conjunto reposado sobre el lecho verde de hojas de esparraguera.

Ahora, coloco mi ramo en el búcaro, junto a la cruz. Deposito un beso en mi mano y poso ésta suavemente sobre las dos fotografías ovaladas de color sepia que presiden la losa, algo por encima de los nombres y fechas talladas en el granito. Ya no hay cipreses, eso es algo que pertenece a otros otoños, cuando el nombre del recinto se apellidaba Santo.

No, no hay cipreses y, a veces, por el aire se extiende un olor, como de ceniza.

 
Fotografía: Otoño en Javalambre P.Murria

domingo, 19 de octubre de 2014

A través de la ventana - 2

 



Con mi propia mirada inexperta me dejo seducir por otra ventana; en esta ocasión, una ventana mágica. En la abstracción de Patrick Heron intuyo el trazo de mi querida amiga Débora. Me permito soñar que formo parte de la silueta femenina y me asomo hasta el puerto. Los colores y las líneas me guían y siento que alguien contempla mi desnudez desde el interior de la estancia, desde un ángulo diferente. Hago caso omiso del mobiliario y de la indiscreta mirada…, la vida está al otro lado, donde los barcos aguardan pacientes.  Quizá el artista cantó al lienzo su propia historia; tal vez, solo tal vez, llegue yo hasta esa voz mediante un eco lejano. A través de su Ventana al puerto con dos figuras yo vivo mi propia historia. Acaso mi visión del otro lado no está viciada por el interés de la academia, y proyecto mi propia interpretación. Tomo prestados los colores y las formas, pero las sensaciones son mías; y abro y cierro la ventana a mi antojo. Sin permiso previo.

Y me llego hasta el genio y abro una de sus ventanas de par en par. La musa, de espaldas, esquiva mi mirada. No reparo en su presencia hasta que tropiezo con ella. Es la más mágica de las ventanas dalinianas. Tampoco hay cristales, y el hombre domina el espacio a este lado. Allá en el otro, la luz, el mar... Y en ambos, la libertad.
    El canto al amor y al desamor, a la vida y a la muerte, a la madre y al hijo... En el arte pictórico, en el fotográfico y en el literario, en todas sus tendencias son los epicentros del artista. De ellos se parte y a ellos se vuelve una y otra vez. son los elementos abstractos. El instante es otra cosa, en él te sumerges y desde él te asomas al mundo de las sensaciones. Es en ese instante cuando, lentamente, yo me acerco hasta mi ventana y miro a lo lejos, hasta que los perfiles de las montañas más próximas impiden el paso a mi mirada. Ahí la detengo y me deslizo en silencio. Unas veces hasta una esquina cualquiera de mi memoria; otras, adivinando sueños y vislumbrando momentos inciertos en un pliegue del tiempo que está por venir. Es ahí, a través de la ventana, donde aspiro hondo y dejo que el aire de la sierra y la brisa del Mediterráneo se fusionen y me abracen. En ocasiones un escalofrío recorre mi espalda y es mi propio abrazo el que me reconforta.



Con lluvia o con sol, con el paisaje verde o con el ocre de las hojas desprendidas; siendo testigo fiel de cada amanecer o de cada ocaso, con la vista puesta en la historia o en el futuro de los otros, de los que vienen detrás; con las cortinas corridas y las persianas subidas, constantemente, la ventana susurra mi nombre…


 
 

 
Ilustraciones:
Patrick Heron, Ventana al puerto con dos figuras
Dalí, Muchacha en la ventana
Amparo Gil Martín, Una ventana a la historia (desde la fortaleza romana de Sagunto)
 

A través de la ventana - 1




La ventana me habla con voz de lluvia: «Es hora de que te asomes al día» me dice. Es una de tantas. La casa está llena de ellas. Las más cercanas son las habituales que proporcionan claridad a mi vida. A ellas me asomo para sentir que estoy viva. A través de sus cristales observo la llegada del sol por encima de La Ponera; en ellas agilizo el movimiento de mis brazos cuando su opacidad me indica que es el momento de lavarles la cara; frente a sus hojas entreabiertas me sitúo para aspirar el aire fresco que baja desde la sierra, y para adivinar la brisa que en los días calurosos del verano me ofrece en una larga caricia mi playa porteña. Y cuando llega la noche  las cubro con finos lienzos y me despido de ellas. Tan solo una queda vigía en mis sueños, permitiendo que observe a la luna y las estrellas mientras mis párpados ceden rendidos tras las horas de vigilia.

La lluvia golpea con fuerza, y resbala, vencida. Yo escucho su llanto, desde el otro lado, y me reconforto en su derrota. Es la ventana de Amparo, parida para mis letras, la que me mira llorando. Detengo en ella mis horas y escribo al recuerdo, al tiempo y al pueblo. Estamos en  primavera, y tan pronto pase la lluvia y el cristal seque su llanto, vendrán de nuevo los aromas de la tierra. Es llanto primaveral que pasa raudo y trae consigo efluvios de azahares. Ambas nos reconciliaremos, mi ventana de Amparo soportando la lluvia y yo. Me tomaré un breve descanso para ir a mis quehaceres y quizá mañana rescate del álbum cualquier otra ventana. Tal vez recurra al arte de los grandes.
 
¿Por qué no a Magritte? Él poseyó la Llave al campo. Abandonó tristezas y melancolías; atravesó cristales y corrió por los mágicos caminos del realismo  pisando suelos de tierra, sangrando el alma y olvidando instantes viejos. Desde su ventana dotó de libertad a  pinceles y colores. Se desprendió de etiquetas sujetas a modas y creó naturalezas varias. En esas me sumerjo cuando ansío el aire fresco de los atardeceres verdes. Descalzo mis pies y paso de largo por entre los vidrios rotos que tanto hieren mis plantas. Y vislumbro mi cuerpo que transita ligero. Me río del mundo y de mí y canto con voces que no siempre son mías; y solo a veces, vuelvo la vista hacia atrás para comprobar que la ventana no se movió, que espera mi regreso y mis manos porque hay que limpiar las trizas.
Consciente de que habré de volver a ella y encerrarme a recoger los cristales rotos, me hago la remolona y busco otras ventanas en las que detener la mirada. Me salen al paso unas cuantas. Algunas ya son viejas conocidas, otras, son ventanas nuevas, regalos de amores constantes que comparto con aquellos que desean mi compañía. Ventanas en ruinas de las que no quiero desprenderme, que me obsequian con cielos  azules y vivencias de otros días. Me gusta contemplar la ventana en ruinas de Ismael...
 
 
...Y cuando me paro ante ella y me deleito en el paisaje a través de la vieja madera, me crezco en el orgullo de la madre que reconoce la sangre propia en el hijo. En la podredumbre de sus hojas hallo la belleza del tiempo, y en la ausencia de sus cristales la accesibilidad hacia los azules de un cielo invadido por nubes blancas. Entonces recuerdo otros azules y otras manos. Otros medios y otras técnicas. Aquí no hay telas ni finas cerdas. No hay acrílicos ni sensaciones surrealistas. Tan solo la mirada más allá de la visión; únicamente un pasado que reclama a voces la atención del objetivo, y un instinto que obedece disparando un haz de luz…
 
(Continúa en siguiente entrada)

Ilustraciones: Lluvia en la ventana, Amparo Gil
                         La llave al campo, Magritte
                         Ventana en ruinas, Ismael Murria Estal
 


 


 

sábado, 11 de octubre de 2014

Aragón en Puerto de Sagunto




Grupo de canto de C.Aragonés Puerto Sagunto



A falta de veinticuatro horas para que Aragón celebre su fiesta más emblemática, recuerdo que, hace algo más de un año, cuando el invierno se despedía y las mañanas invitaban al paseo por la playa, decidí acercarme a charlar un ratito con Pedro Villarroya. Mi intención era que me pusiera un poco al corriente de la andadura del Centro Aragonés de Puerto Sagunto. Anteriormente yo había visitado ya a Rubén Villarroya, —quien le precedió en la presidencia de la asociación cultural—, pero Rubén es joven y yo deseaba conocer las cosas de antiguo, las de los primeros aragoneses llegados al municipio.
 
Así, a lo largo de aquella mañana, me encontré como si realmente estuviera caminando por tierras aragonesas. Sin apenas gasto de combustible, en un cómodo paseo y, como si de magia se tratara, con la brisa mediterránea acariciándome la piel.
 
Y es que Aragón se respira en el aire de Puerto de Sagunto con la misma intensidad con la que, en su día, se respiraba la atmósfera de la factoría, origen de este núcleo industrial.
 
Superados los escasos escalones de acceso a la sede del centro regional, ubicada en la calle del Trabajo, mi atención se centró en lo tradicional del local. Allí, la presencia de lo esencial de la tierra aragonesa se percibe en cada uno de sus rincones y, si se presta atención, se aprecian los ecos de los aires arrastrados por el Ebro en su caminar sereno.
 
Con esta agradable sensación, di rienda suelta a mi curiosidad:
 
 
Pregunta.—. ¿Cuándo comienza la andadura del Centro Aragonés en Puerto de Sagunto?
 
Respuesta.— Como «Centro Aragonés» comienza en 1941, pero mucho antes ya era el lugar de encuentro de los aragoneses. La gente que tocaba un instrumento, la rondalla, se reunía e iba de casa en casa donde improvisaban sus cenas y bailes. En aquellos días podías ir a cualquier casa y encontrarte con que unos estaban tocando y los otros bailando con sus mujeres. Después, llegado el año 1941, se funda lo que ya conocemos como Centro Aragonés.
 
P.— ¿Siempre en esta ubicación?
 
R.— No. Cuando llega la época en que ya funciona como fundación, la ubicación de la sede se encuentra en la calle La Libertad. Años más tarde nos trasladamos al domicilio actual, en la calle Del Trabajo, nº 25, a una planta baja que más tarde se convierte en el macroedificio que ya es patrimonio de la entidad.
 
P.— ¿Con qué fin se crea el Centro?
 
R.— En principio no obedece a ningún fin concreto. Simplemente era por la necesidad de los aragoneses de encontrarse a gusto con sus jotas, compartiendo las comidas tradicionales de su tierra —se comía mucho cerdo y embutidos—, allí se conocieron todos y se llegaron a hacer grandes amistades. Por aquellos días había un señor a quien llamaban: El tío Barta; este señor tenía carros y los ponía a disposición de la gente aragonesa, los llevaba de excursión a La Font de Quart o a La Cantera. Cuando llegaban a poblaciones vecinas, como Canet, era como si en realidad estuviera La Ronda pasando por allí.
 
P.— ¿Con qué recursos contaban?
 
R.— ¡Huy…! Recursos ninguno, tan solo con el escaso presupuesto de cada uno. Cuando se llevaba a cabo algún evento —boda, santo o cumpleaños de alguien— pagaba quien invitaba, pero con lo poco que había, con cuatro pastas y poquito más te dabas por pagado. Aún queda gente que me dice: ¿Te acuerdas cuando llegaba el día de San Pedro y te preguntábamos `¿este año hay baile, porque ese día hacían baile en la puerta de mi casa. Venía La Rondalla y se sacaban unas pastas. Todo el barrio se acercaba, y bailaban mientras La Rondalla tocaba. Era muy bonito. Allí todos eran familia. Yo lo sigo siendo de todos mis vecinos de entonces.
 
P.— Pasado el tiempo de las dificultades tras la posguerra, ¿de qué manera contribuye El Centro a la vida social en Puerto de Sagunto?
 
R.— Pues contribuye de una manera muy especial, ya que era el lugar de reunión de todos los jóvenes. Había baile con orquesta, y en esa época, al contrario que ahora, era eso lo que primaba. Pero, además, en el Centro Aragonés era donde se celebraban las bodas, comuniones y demás eventos sociales. Era un local muy grande, y había varias modalidades para poder llevar a cabo los convites: se podía contratar con el Centro todo el servicio, o bien se podían llevar las llandas preparadas en casa; también existía el servicio mixto.
 
P.— ¿Qué relevancia tiene en la actualidad el Centro Aragonés en cuanto a categoría de cuadros folclóricos?
 
R.— En estos momentos contamos con unos cuadros, tanto de rondalla como de cante y de baile que son extraordinarios. Tenemos grandes primeros premios en Zaragoza, Teruel y otros pueblos en los que hemos concursado. Nuestros cuadros siempre quedan primeros o segundos en los certámenes. Estamos catalogados muy positivamente por la calidad de nuestro folclore aragonés pero, además, también por los actos culturales en pro de su cultura. Nuestro Centro no es uno más de los centros regionales, sino uno de los más destacados. Esto lo dice el Gobierno de Aragón que es quien, en realidad, puede juzgarlo. Allí se tiene notificación de todas las actividades que llevamos a cabo y, verdaderamente, nos tienen en gran consideración. El Centro Aragonés de Puerto de Sagunto ha sido, y sigue siendo, la voz de Aragón fuera de Aragón.
 
En la actualidad están compitiendo en la modalidad de canto, Javier Iserte, Esther Villarroya e Iris Giménez, quienes han conseguido muchos e importantes premios. Por su parte, Javier Iserte ha quedado primero en tres ocasiones en el concurso de Aragón TV, así como en Tarazona, tanto de forma individual como formando dúo con Esther Villarroya. En referencia a esta última, hay que destacar asimismo que ganó el primer premio a la mejor indumentaria femenina. Indicar también que «Mujeres de Jota» ha celebrado ya su séptima edición, en la que han sido premiadas: Carmen Cortés, por Aragón, y Esther Villarroya, por nuestro Centro.
 
Todo esto supone un gran esfuerzo, teniendo en cuenta que se compite con cantadores de probado nivel y, además, actuando fuera de casa. Por otro lado, no podemos olvidar la excelente labor realizada por su profesor, César Rubio, quien les dedica un tiempo extra hasta en su propio domicilio. Precisamente, este profesor, César Rubio, fue el impulsor de la actividad Mujeres de jota, actividad muy celebrada en la que se premia a las mujeres distinguidas en el mundo de la jota, tanto a nivel nacional como local.
 
P.— Ha cambiado mucho el perfil de los socios con respecto a aquellos primeros que vinieron a instalarse al amparo de la fábrica?
 
R.— Sí, claro, porque los tiempos han cambiado. Antes hemos hablado de los inicios. Estos fueron con gentes aragonesas, gente mayor… Cuando ya nos vamos al nuevo local nos encontramos con la euforia del baile por parte de los jóvenes, y entonces cambian los hábitos. La gente joven se hace socia del Centro Aragonés porque ya hay sala de baile y todo eso. Sin embargo, ahora ya no se estila ese tipo de diversión entre la juventud. Hoy la mayoría de los socios somos mayores, aunque contamos con un grupo de gente joven que son los que cantan, bailan, forman parte de la rondalla, asisten a nuestras escuelas de cante y baile de jota. Ellos son nuestro relevo generacional.
 
P.— ¿Con qué recursos cuenta el Centro actualmente?
 
R.— Principalmente con la cuota de los socios y la ayuda que nos proporciona el Gobierno de Aragón. La Generalitat, el ayuntamiento de Sagunto y algunos bancos nos conceden una pequeña subvención, pero, con el momento de crisis por el que estamos atravesando, esta aportación se ha visto reducida. Ahora bien, nadie regala nada por nada. Para que, tanto desde Aragón como desde las instituciones valencianas, se nos conceda una subvención, primero nosotros tenemos que avalar con los proyectos que hemos llevado a cabo, y una vez que han estudiado estos proyectos, si lo consideran oportuno, nos conceden la ayuda.
 
P.— ¿Qué actividades realizan en la actualidad?
 
R.— Además de las propias de la entidad, como son las escuelas de canto, de baile y rondalla, los festivales en honor de S. Jorge (patrón de Aragón), los actos de El Pilar y la Peña Cachirulo —todos ellos enmarcados en el folclore aragonés—, llevamos a cabo las actividades de Corte y confección, fútbol 7, macramé, gimnasia tradicional, Tahi-chí, bailes de salón, teatro y exposiciones. En estos momentos estamos haciendo una página Web para divulgar nuestras actividades y ofertar nuestros servicios (misas baturras, bodas, etc.); tenemos también la concentración que se realiza todos los años en un pueblo de Aragón, en la que nos reunimos los aragoneses que vivimos fuera de Aragón.
 
P.— ¿Se siguen manteniendo las rondas al estilo antiguo? Es decir, ¿se ronda a los novios la noche previa a la boda o, si por ejemplo, yo quiero regalar a algún familiar cuando celebra sus bodas de oro una ronda o cosas por el estilo como una misa baturra, o un cuadro de jotas simplemente porque celebro algo y me apetece amenizarlo con una actuación aragonesa, ¿puedo contratarla?
 
R.— Sí. Cuando algún componente de los cuadros se casa, la Rondalla va la noche previa a la boda. Cualquier persona que desee contratar una rondalla para sorprender a algún familiar con una ronda, o quiera que en la noche previa a la boda se ronde a los novios, o si alguien quiere un cuadro de jotas para celebrar una misa baturra, se puede poner en contacto con el Centro Aragonés para contratar la actuación. El precio siempre estará condicionado a la cantidad de componentes que desee que intervengan, así como al lugar donde hubiera que actuar, por si tuviéramos que emplear los servicios de un autobús. Los precios siempre son negociables.
 
Por otro lado, desde nuestro Centro siempre estamos abiertos a colaborar con otras asociaciones de forma altruista aportando nuestras actuaciones en festivales benéficos en favor de alguna causa justa.
 
El tiempo apremia y nuestra charla concluye. Se han evocado momentos de gran satisfacción para Pedro Villarroya, actual presidente de la entidad, pero también para mí que he recordado horas de mi niñez. No obstante, al despedirnos, he intuido que el Centro Aragonés de Puerto de Sagunto seguirá ahí durante muchos años, con sus maneras de hacer, transmitiendo la cultura aragonesa en nuestro municipio y, cómo no, erizándonos la piel a más de un vecino cada vez que se escuche la voz de un jotero acompañada del guitarrico o bandurria.
 
                                                                                                                 
****
 
A día de hoy, después del tiempo transcurrido desde que se realizó esta entrevista, y de nuevo cuando las fiestas de El Pilar están en su mayor apogeo, me sumerjo en el recuerdo y busco entre aquellas jotas que tengo por casa, aquella cuya letra nada tiene que ver con nacionalismos patrios ni veneraciones marianas, sino con los sentimientos de uno de nuestros más ilustres poetas: Miguel Hernández y su «Vientos del Pueblo» en la voz de César Rubio, con quien espero poder charlar algún día.



Fotografía: Javier Iserte
 


sábado, 4 de octubre de 2014

QUINQUIS



 
 
 
Hace apenas unos días De Fragua y Yunque rescataba una de mis lecturas comentadas el pasado año para la revista Acantilados de Papel. Hoy, continuando con esa labor, me he detenido en esta novela de Agustín García Meana, excelente narrador y amigo mío. 
No es este el único trabajo que he leído de Agustín. No hace mucho comenté, en la misma revista, su segunda obra publicada y que más adelante os pasaré igualmente por aquí en la sección "Libros de hoy".
Esta que os comento la leí poquito a poco, saboreando cada línea y haciéndome presente en cada una de sus escenas. Después, pasados unos meses, la leí de nuevo. Y si la primera vez me gustó y me atrapó, la segunda, quizá más. Y ya se sabe que no hay dos sin tres. Pero la próxima lectura espero tener ocasión de realizarla en formato tradicional, cuando alguna editorial con sentido común, se dé cuenta de la valía de este escritor. Si no, recurriré nuevamente al monitor, pues realmente vale la pena.
 
 
QUINQUIS
AGUSTÍN GARCÍA MEANA
Editorial Digital CASANDRA 21
 
Paquito recogía un ladrillo del suelo, al pie de la abollada valla metálica que servía de inútil cerramiento a las obras de la calle, y, sin más dilación, lo estampaba contra el cristal del SEAT 850 aparcado en el borde de la acera. La una de la madrugada, ni un alma por una calle cuya farola más cercana estaba a cien metros. Oculto por las sombras de la noche, abría la puerta del coche y se abalanzaba en su interior. Entretanto, “el Piños”, ya se había situado estratégicamente al lado de la puerta, la espalda apoyada sobre el coche, las manos en los bolsillos de su chupa, mirando a uno y otro lado, atento para no ser sorprendidos. Poco después, Paquito se reincorpora —el radiocasete entre las manos—, azuza a su compañero y salen corriendo…

Así arranca esta historia que transcurre en una localidad del norte de España, pero que no es ajena a otros lugares de nuestra geografía y de fuera de ella, pues es una de esas historias que no conocen fronteras; una de esas reales, cuyos protagonistas no son seres excepcionales, sino personas como las que conviven con nosotros —vecinos, amigos o parientes—, cuyas vidas se desarrollan sometidas a las circunstancias que las rodean.

Paquito, el protagonista, es uno más de esos adolescentes que engrosan las listas del abandono escolar bajo la pasiva mirada de unos padres tan ocupados en sobrevivir, que apenas tienen tiempo para ayudarse a sí mismos y a sus hijos a salir de una espiral de carencias.

Tan solo Nuria, la hermana de Paquito, es consciente de la gravedad de la situación que va tomando cuerpo en el interior de aquella casa. Ella asiste, impotente, a la evolución de un Paquito cada vez más alejado del camino, supuestamente recto, que todo joven ha de seguir. Mientras, la calle será testigo de ese desarrollo en el carácter del adolescente chulo y extrovertido que, lentamente, se va convirtiendo en un hombre duro y seguro de sí mismo, dueño de su propia vida, y dispuesto a cuidar de aquellos que verdaderamente le importan. El sexo, la droga, la delincuencia, el asesinato y el Sida se dan cita en estas trescientas páginas, pero ello no es obstáculo para que el amor y el deseo de superación ocupen un lugar importante en la vida del protagonista. Sin embargo, a pie de calle, la realidad no es una realidad de película, sobre todo, cuando no se cuenta con los recursos necesarios.

Esta es una de esas obras bien narrada, en la que adecuación, cohesión y coherencia, caminan de la mano para que el lector se introduzca en la escena como testigo directo de cuanto en ella sucede. Con registros lingüísticos acordes al ámbito sociocultural en el que se desarrolla la historia, Agustín García Meana, nos ha llevado de la mano a través de una época que, aunque ya se nos antoja lejana, muchos todavía recordamos como una pesadilla vivida hace apenas unos días.  Una historia que yo, personalmente, recomendaría en los institutos para trabajarla con los adolescentes. Pero QUINQUIS, es, asimismo, uno de esos libros de difícil accesibilidad en las librerías tradicionales, pues nos encontramos, una vez más, con uno de esos trabajos ante cuya recepción del manuscrito las editoriales recurren al silencio más absoluto, o son rechazados directamente por no contemplar en ellos la firma de un famoso o el tintineo que produce la “caja”.



QUINQUIS se puede adquirir, de momento, en formato digital, contactando con el propio autor en su página de Facebook, o directamente con CASANDRA 21 Ed. Digital.
 
 

viernes, 3 de octubre de 2014

Alacena Roja Ed.


 
 
De todos es conocido que, para muchas de aquellas personas a quienes nos gusta contar historias, publicar en el sistema tradicional resulta a veces tan complicado como costoso, y las dudas que se nos presentan suponen, en no pocos casos, que nuestros mejores trabajos permanezcan encerrados en un archivo o carpeta de nuestro ordenador o vitrina. Es por eso que Luisa Navarrete, al frente de la editorial Alacena Roja, se entregó hace ya algún tiempo a la tarea de echar una mano a estos  escritores, y lo hizo empleando los recursos que los medios digitales ponen hoy a nuestro alcance.

Y como yo soy una de esas personas con varios trabajos en un cajón —y también con un montón de dudas en cuanto a la forma de liberarlos de la oscuridad y mostrarlos al público—, sentí curiosidad por la edición en digital y decidí  hablar con Luisa Navarrete y que ella misma me diera más detalles acerca de la editorial que dirige. Este es el resultado de nuestra conversación.

 

Pregunta.— ¿Qué es Alacena Roja?

Respuesta.— Alacena Roja es un proyecto digital que engloba una librería digital donde se pueden descargar ebooks a un precio más que razonable; una biblioteca digital en la que «gratuitamente» se pueden leer nuestros libros; y una nueva sección desde la que ofrecemos el libro en formato tradicional —en papel— y que hemos llamado «catálogo de libros crujientes»

P.— ¿Por qué surge?

R.— Fue tras una conversación con la gran poeta Elvira Daudet. El germen surgió de forma espontánea. Publicamos con ella nuestro primer libro «Cuaderno del delirio» y en solo tres meses se consiguió superar los 20.000 lectores. Actualmente hemos superado los 150 mil en la biblioteca digital, cifra que anima a seguir trabajando y ofreciendo poesía de forma gratuita.

P.— ¿Con qué recursos cuenta?

R.— Con kilos de pasión que, aunque no es moneda de curso legal, mueve la maquinaria de este proyecto; y, además con el apoyo de los autores y lectores.

P.— ¿Qué la diferencia de otras editoriales?

R.— Me resulta difícil responder a esta pregunta. Supongo que cada casa tiene su estilo, su manera…, en Alacena Roja intento dar un producto editado minuciosamente, atendiendo a cada detalle y siempre en colaboración con el autor. Es algo así como traducir un proceso artesanal usando los recursos y las nuevas tecnologías.

P.— ¿Qué pasos hay que seguir para poder publicar en Alacena Roja?

R.— Es bastante sencillo: simplemente enviar el manuscrito de la obra y, a partir de ahí, lo estudiamos y si nos ponemos de acuerdo con el autor, el proyecto nace.

P.— ¿Cómo se distribuye?

R.— Alacena Roja es un proyecto digital, con lo cual, es internet nuestro medio natural; los libros se pueden adquirir en nuestra web www.alacenaroja.com y también estamos presentes en otras plataformas de venta online como son Amazon, Google Play, Kobo, Livraria Cultura (Brasil), In Mondadori (Italia), Angus&Robertson (Australia) y seguiremos ampliando.

P.— ¿Quién se encarga de la promoción?

R.— La promoción se realiza a través de las redes sociales habituales, y la hace Alacena Roja. También intentamos estar presentes en medios digitales de difusión cultural. Además, estamos estudiando empezar a tener presencia en algunos actos literarios, presentaciones, etc.

P.— ¿Cómo se pueden adquirir los libros?

R.— En nuestra página web www.alacenaroja.com usamos para ello la reconocida plataforma de pago Paypal; para los neófitos en este mundo digital y de compra online hemos elaborado una pequeña guía donde explicamos cómo realizar todo el proceso. Obviamente se pueden adquirir en las tiendas online que mencioné antes: Amazon, Google Play…

P.— ¿También en formato tradicional?

R.— El formato tradicional, de momento, solo se puede comprar en Amazon, ya que es un sistema de impresión bajo demanda; es decir: el libro físico no se imprime hasta que no se vende. Esto que parece casi milagroso, es un hecho. En menos de una semana tienes el libro en tu casa y, además, a un precio muy bueno.

P.— ¿Se pueden encontrar en las librerías tradicionales?

R.— Es mi deseo, y espero que ese futuro no sea muy lejano; de momento no es posible, aunque ya en otros países se están implantando modelos que incluyen a la librería tradicional.

P.— ¿Qué tipo de lectores optan en Alacena Roja por esta modalidad de edición?

R.— Yo creo que no hay mucha diferencia con otros medios. A mí, personalmente, me sorprende cada día desde dónde nos leen. Tenemos lectores en lugares tan impensables como Indonesia, Japón, Afganistán, Cuba… Por supuesto, hablo de lectura gratuita.

P.—Tal y como están las cosas, esto de la lectura gratuita puede ser muy interesante

R.—Lo es. Funciona como una biblioteca. El lector puede acceder a los libros gratuitamente; el único requisito es tener conexión a internet. Es el autor quien decide si quiere ofrecer la obra completa o una parte de la misma bajo esta fórmula. Así fue como nació Alacena Roja y es la parte que más nos enorgullece.

 

Algún tiempo después de mantener esta charla con Luisa, salió a la luz, tras permanecer muchos años en un cajón, mi libro Cuentos de El Puerto. Ahora, cuando está próximo a cumplirse un año de aquel alumbramiento, Los gatos de Santa Felicitas asoman ya sus rostros a la luz en formato digital, así como en el tradicional (en papel) bajo demanda. Espero que ambos formatos los tengáis disponibles coincidiendo con vuestras compras de regalos navideños.



Parte de esta entrevista fue realizada para la revista Amaranto Cultural.