lunes, 9 de noviembre de 2020

Los amigos cuentan... A. Marín albalate





Con un poco de demora, debido a esas cosas extrañas que a veces se cruzan cuando intentamos leer los mensajes de msn en nuestros dispositivos móviles, recupero esta conversación con el amigo escritor y poeta Antonio Marín Albalate.

Aunque a destiempo, merece la pena recordarla y, cómo no, compartirla.

Como al resto de mis amigos compañeros de letras, le pregunté por su primer día de confinamiento. Él, se adelantó a la obligación de quedarse en casa y lo hizo desde el día 6 de marzo. No se marcó ninguna ruta especial para sus tareas, sino que, para no aburrirse, procuraba improvisar. Tampoco seguía las noticias para no deprimirse demasiado, si acaso algunas noticias «serias» vía internet.

Como muchos de nosotros, tuvo momentos en los que se venía abajo, pero de la misma manera comprendió que ese bajón no le llevaba a ningún sitio. Se lo tomó con calma y dejó pasar los días a la espera de la desescalada, sin horarios establecidos; cuando se nos permitió salir alternó los paseos de tres cuartos de hora con las tareas ante el ordenador, sobre todo la habitual de la escritura, pero sin tocar en ningún momento el tema «pandemia»

«Marín Albalate tampoco para», pensé. Hacía mucho tiempo que no hablábamos, pero yo estaba más o menos al tanto de sus proyectos, aunque eran noticias vagas. Por eso, durante estos últimos días decidí que ya era hora de enviarle uno de esos mensajes privados que, como me confirmó, le pasan desapercibidos.  Esta vez hubo suerte y me leyó.

De esta forma me ha puesto al día sobre aquellos trabajos a los que ha dedicado su tiempo durante los últimos años, y que espero tener ocasión de leer próximamente.

Su obra es muy extensa y va un paso más allá del poema, del propio y del ajeno. Entre sus últimas publicaciones, las dedicadas a Leopoldo María Panero, Patxi Andión, Ramoncín, Germán Coppini, Serrat… La música cuenta ya con sus letras de la mano de Antonio Fidel y Los Navegantes

Me confiesa que últimamente no hace mucha poesía. Está dedicando tiempo a escribir ensayo musical: Manolo Tena, Leonard Cohen, Demis Roussos, de nuevo Serrat. Según me cuenta, este nuevo género le sirve como terapia para no subirse por las paredes. Yo sonrío ante su expresión. Sin duda para algunos de nosotros la escritura es la mejor medicina para evadirnos de los momentos como el que estamos viviendo desde hace meses.

Yo tenía previsto que alguno de los libros de los que me habla me los entregara él personalmente, en la pasada primavera, con ocasión de mi viaje a Cartagena para presentar allí mi último poemario, prologado por él.

No pudo ser, las circunstancias lo impidieron y siguen impidiéndolo en el momento de escribir esta entrada en el blog. Pero será… No tengo la menor duda de que, tarde o temprano, ese encuentro y ese abrazo se llevarán a cabo. De momento me detengo ante su poesía y tomo ese poemario mínimo, esa plaquette, que lleva por título OPÚSCULO, y que me dice tanto en tan poco espacio…

 

Cae una lluvia muy triste

Densa y amarga como los ojos de tu madre

Brillando en la oscuridad de un cuarto cerrado

 

Sí.

Cae una lluvia muy triste.

 

Parece que fuera otoño en toda la tierra,

Hija mía.

 


sábado, 7 de noviembre de 2020

El clavo

 



Yo también recé.

Sí, muchas veces, durante muchos años recé.

Rezaba, imploraba y agradecía a un Dios omnipotente que me observaba indiscreto, que me analizaba y me compadecía o me sonreía según las circunstancias del momento.

Esa fe era una impronta de nacimiento. Casi la traíamos de serie en las características del individuo. Apenas la madre podía ponerse en pie tras el alumbramiento el bautismo neutralizaba al recién nacido, lo liberaba del pecado que aún no había cometido. Entonces, y solo entonces, le ponían el sello que lo validaba para caminar por la vida.

Sí, yo también rezaba. Rezaba mucho a ese dios. Y un día que ya no recuerdo, llegaron las dudas y las preguntas. No llegaron de un día para otro, sino poco a poco. Eran preguntas que nadie respondía. Algunos por ignorancia, otros por comodidad, y aquellos que quizá estaban más preparados para responderlas, por un interés oculto y excesivo, hasta peligroso. Porque entonces preguntar era de necios y pecadores. Cuando las preguntas eran muy incómodas la cruz de la herejía figuraba junto al nombre en las listas de ese dios omnipotente y omnipresente.

Seguí rezando, pero ahora con la boca pequeña, como quien tararea un estribillo anodino de una vieja canción que queda grabada en la memoria y cada vez es más molesta.

Llegué yo sola a la conclusión de que todo era una fábula, tan innecesaria para algunos como absurda o imprescindible para otros.

Comprendí que aquel dios, aquella fe, eran el clavo ardiendo al que todos se aferraban cuando la vida les fallaba.

Ahora, cuando en las mañanas me despierto con la tristeza a cuestas, siento cómo me queman las  manos.


Ilustración: Blas Estal - "Cuando las balas entraron en la biblioteca de Sagunto - 

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Rutina

 



He madrugado,
como siempre,
aún era de noche.
Lectura
mientras llega el día
por encima de las lomas:
Entrevista a escritora
consagrada,
poema de un poeta
contemporáneo
y fallecido.
Y ahora el día,
desde la ventana,
cubierto de nubes grises…
 
Llega la lluvia
y de nuevo
la incertidumbre
                y la pluma.


De: Versos del cuaderno gris
Fotografía: Lestal