A
oscuras y sin mi luz
mi
presencia se evade con la niebla
y
se transforma en ausencia
que
flota sobre tu inconsciencia.
Y
te llamo...
Extiendo
la flexibilidad de mi raíz
de
fragua y yunque
hasta
tus abismos,
grito
tu nombre con fuerza
y
mi voz se expande por una fría sala,
sin
que tú la oigas...
Un
coro de latidos roncos entona
la
melodía del ocaso
al
compás de un zumbido impertinente,
monótono,
que
está asido a tu pecho
por
hilos de vida.
Y
mi ausencia de luz copula con tus sombras,
y el éxtasis de la penumbra
culmina
en un estallido de danza.
Mi
voz hecha canción te vuelve a llamar
y
a través de la inconsciencia
llega
hasta tus rincones más dormidos.
Veo
tus ojos que me buscan
desde
el fondo de tu abismo,
y
mi ausencia de luz se sorprende
ante
la opacidad amarillenta
de
tu mirada
que
busca el origen de la voz
que
invade tus silencios
y que penetra como un intrusa
en
la morada de los sueños.
Siento
frío.
Un
frío extraño,
desconocido
y ajeno...
que
envuelve a la aséptica sala.
De
nuevo tu latido me recuerda
la
negación de la luz
y
me susurra palabras heladas
que
envuelven a mi espíritu
y
sellan mi raíz
de
fragua y yunque.
Y
se quiebra mi canción
cuando
la musicalidad de tu pecho se
interrumpe
y la sofisticación de los medios emite un sonido sordo,
largo,
ininterrumpido...
que
viste de negro mis próximas horas,
y
de angustia mi alma en penumbra.
Ya
no danzan sombras,
danzan
rostros esterilizados
que
me arrojan al camino.
Al
de espinas.
A
ese de paso obligado.
Yo
me arropo en mi vestido
confeccionado
en la fragua.
Parto
en busca de tu yunque
anegado
por el llanto,
oxidado...
y
seco sus lágrimas saladas
con
mi pañuelo de oscuridad…
Fragmento de: De Fragua y Yunque (1995)
Fotografía: Ismael Murria
Fragmento de: De Fragua y Yunque (1995)
Fotografía: Ismael Murria