Conozco a Dolores Leis
desde hace muy poco tiempo. Nuestros contactos comunes en las redes sociales
propiciaron el encuentro entre ambas. No hizo falta mucha comunicación entre
nosotras para que surgiera el interés por nuestras respectivas letras y formas
de hacer. A ella la sorprendió una persona especial regalándole Los gatos de santa Felicitas, y yo me
regalé a mí misma su libro El último
Bernal.
Desde entonces hemos
compartido el café de sobremesa charlando a través de Skype o de la misma red
social que facilitó nuestra amistad virtual. Estas son algunas de nuestras confidencias,
confidencias que, con su permiso, comparto por aquí con los lectores de De fragua y yunque.
¿Dónde viste la luz
primera, Dolores?
En
Madrid. Soy muy madrileña
¿Recuerdas cuál fue tu
primera lectura, o aquella que te hiciera reflexionar de un modo especial?
No
sé si fue la primera pero el primer libro que recuerdo haber leído es: Los cinco en la isla del tesoro. Me
hicieron reflexionar las primeras novelas que leí sobre adolescentes marginados
y que me mostraban un mundo que me era totalmente ajeno: Nacida inocente, Historia de Karen, Sara T., por nombrarte algunas.
Hubo una, Ahora qué, señor fiscal, de
Luis Martín Vigil, que marcó un antes y un después.
¿Y lo último que has
leído?
La muerte llega a Pemberley,
de P.D James. En fase de lectura
estoy con Cien años de soledad, de
García Márquez.
¿Hubo entre las
personas de tu entorno alguien que cultivara las letras?
Mi
padre era un gran lector. De él he heredado la costumbre de leer en el autobús
y antes de dormir. En cuanto a escribir, en la familia yo soy la primera.
¿Cuándo te ves por
primera vez con un bolígrafo entre las manos creando tus propias historias?
Mi
primera historia, libro de aventuras como las lecturas del momento, la empecé
con ocho o nueve años. Estudiaba 3º de EGB; lo recuerdo bien porque los nombres
de los personajes eran los de mis compañeras de clase, y una en concreto, Benita,
estuvo conmigo solamente durante ese curso.
Hablemos de El último Bernal… ¿Es tu primera novela?
Es
la primera novela que publico, pero no es la primera que escribo.
¿Por qué en esa época y
no en otra?
El
siglo XIX tiene algo especial, me apasiona, estoy cómoda en él. Además, no
siento que esté preparada para escribir sobre la época actual.
¿Cuándo y cómo
vislumbras por primera vez a Jimena Martínez del Rosal?
Estaba
escribiendo otra novela cuando, al levantar la vista del ordenador, vi a Jimena
frente a mí, estaba enfadada y el ruedo de su falda tiró el paragüero. Supe de
inmediato que debía empezar una nueva novela.
¿Por qué entre
olivares? ¿Algún vínculo personal con esos campos?
Ni
yo misma lo sé. La idea era un pueblo con mar; el cortijo y los olivares se
fueron sumando conforme avanzaba en la historia. En cierto modo era algo
lógico, ya que la novela transcurre en Andalucía, lugar al que viajo a menudo
porque mi marido trabaja en Sevilla
El léxico empleado en
la narración, al igual que en los diálogos de los personajes, es muy sofisticado,
¿te ha resultado cómodo expresarte en esos términos tan poco usuales en nuestro
momento?
Yo
quería escribir una novela del siglo XIX, no que estuviera ambientada en ese
siglo. Por eso cuidé mucho las palabras y la forma en que hablaban los
personajes. Para mi sorpresa no me resultó difícil sino que fue como recuperar
un lenguaje natural, como si siempre me hubiera expresado de esta manera.
Cuando alguien me pregunta sobre mi modo de escribir siempre respondo que es
muy antigua.
Para la elaboración de
la historia ¿has seguido una línea de acontecimientos marcada previamente y
luego puestos en orden, o la historia ha ido surgiendo espontáneamente, sin
más?
Dejo
que la historia fluya. Hay momentos en los que tengo claro lo que va a suceder
y marco una especie de cuaderno de ruta, pero de pronto los personajes se
rebelan contra el destino que les tenía preparado y toman un camino diferente.
Lo que no hago es saltarme sucesos en el
tiempo. Escribo un capítulo detrás de otro. Nunca dejo páginas en blanco que me
obliguen a retroceder, y siempre los termino, nunca dejo un capítulo a medias.
¿Qué hay de Dolores
Leis en Jimena Martínez del Rosal?
Si
te soy sincera, nada. Ya querría Dolores Leis tener un poco de la decisión y del
arrojo que tiene Jimena.
¿Qué ocupa tu tiempo
actualmente?
A
las actividades propias de ama de casa le sumo pertenecer a la Asociación Letras Vivas, con la que
concluimos un año intenso de actos y actividades culturales, sin olvidar, por
supuesto, la escritura.
¿Tendremos oportunidad
de leer una nueva novela de Dolores Leis?
Te
respondo con una sonrisa: Sí. Estoy en ello.
Creo
que no exagero si digo que, desde la lectura de El último Bernal, observo de modo diferente los olivares que
encuentro a mi paso cuando salgo a dar un paseo por los campos cercanos a mi
domicilio. Adivino a través de sus troncos retorcidos el sabor de la tierra, de
la misma manera que adivino en Dolores Leis Parra el romanticismo de Tamara Maxwell
y la discreción de Luisa Pardo.
«Muchas
gracias por asomarte un día a mi ventana de Facebook» le digo a modo de
despedida. «Gracias a ti, por abrir esa ventana y permitirme entrar» responde
con esa sonrisa que intuyo y que ya me resulta familiar.
Ilustración: portada de El último Bernal