lunes, 4 de marzo de 2013

Escapada en la Noche Vieja


 
Desembocadura de El Palancia
 
 
El mar estaba tranquilo. Desde las dunas, el balanceo de las olas en su peregrinaje se les antojaba una sensual danza incitándoles a la mirada más allá de sus pupilas. Los fuegos artificiales se dejaban oír a través de los susurros pronunciados al abrazo de la noche, y a lo lejos, la sirena de un viejo mercante decía adiós al puerto sin apenas un batir de pañuelos blancos.

Unos pasos por encima de sus anhelos, el asfalto se cubría con la música que, indiscreta, asomaba desde el interior de los vehículos en su loca carrera hacia los lugares de ocio. Alguien por entre el seto rebosante de adelfas, se desprendía de los excesos etílicos ajeno a las promesas de amor de los amantes, y más hacia el sur, allí donde corona el Alto Horno, un ramillete de formas translúcidas se elevaba hacia el cielo estrellado, en busca quizá de su acomodo eterno, recordando a los Hijos del Hierro que un día fueron con su carne, alimento en el crisol.

Era el momento en que las almas solitarias se retiran de las calles dando paso a los silencios; la hora en que afloran los recuerdos y en su paso dan la vuelta por el pueblo recorriendo las iglesias en busca de un compañero que les mitigue la pena; y en el cruce de caminos, además de un uniforme, se encuentran con el acólito que, cosido a cuchilladas, permanece en el olvido.

Los amantes, mientras tanto, se despiden en silencio. A lo lejos, el faro guía sus pasos hacia un incierto destino, y a su lado, junto al puerto, el joven ofrece sus manos al hombre de bata blanca que lo arropa con una manta.

«Vamos abuelo»―Oye decir al hombre vestido de blanco.

«Vamos» responde mientras mira hacia el camino del río por si pudiera atisbar la figura de su amada, con su caminar derecho y su cabello moreno.

En la Residencia hay silencio. Todos duermen bajo la tutela de la oscuridad, y el señor Joaquín, tras su escapada en la Vieja Noche, accede al regreso dócilmente, satisfecho con su hazaña y con un poquito de esperanza dibujada en la mirada.
 
De: Cuentos de invierno
Ilustración: Ismahell.

No hay comentarios:

Publicar un comentario