Comida recaudada en el concierto de Fent la Má |
Durante los últimos tiempos estamos
asistiendo a un desmoronamiento del bienestar de las personas con las que a
diario convivimos, cuando no, con el de nosotros mismos. Es al llegar estos
tiempos difíciles cuando más se hace patente la solidaridad de los vecinos, a
veces, incluso ocupando el espacio vacío que dejan las administraciones con
esos, tan desproporcionados, recortes presupuestarios.
De la mano de Cáritas se vienen
paliando en la medida de sus posibilidades las carencias de muchas familias que
ya nada tienen; y de igual manera, los servicios sociales de algunos ayuntamientos
vienen llevando a cabo sus labores profesionales con respecto a la ayuda a sus
vecinos más desfavorecidos.
Pero no siempre basta con estas
actuaciones institucionales. En ocasiones somos nosotros mismos, —sin recurrir
a la caridad de una iglesia tan generosa en su base como egoísta en sus más
altas esferas; o a la de un ayuntamiento, a veces, igualmente desafortunado en
cuanto el reparto de sus presupuestos— quienes estamos en guardia y acudimos
sin reservas en ayuda de la necesidad.
Y en esa clase de solidaridad cercana
es donde Green Espai se sumerge a
través de la cultura.
Me enteré por una amiga de la
existencia de esta asociación próxima a mi municipio, y hacia allí decidí
dirigir mis pasos para que Fede, cabeza visible de la asociación, me pusiera
al corriente de lo que es en realidad este espacio sociocultural.
Pregunta.—
¿Qué es Green Espai?
Respuesta.—
En realidad aquí nos encontramos con
dos unidades en cuanto a asociación, pero que se complementan una con otra. Una
es la asociación cultural Viure dignament que es la que gestiona
el espacio pero que a la vez mueve la labor social; y Green Espai es el espacio multidisciplinar donde se desarrollan las
actividades. Es un espacio para toda aquella persona que lo solicita, por
ejemplo, para celebrar un evento, realizar una exposición, etc. Se contacta con
la asociación y se fijan las condiciones.
P.—
¿Quién la dirige?
R.—
En principio la asociación la forman: mi padre,
Juan Luis; Carmen Navarro que es la presidenta además de mi madre; mi mujer y
yo. Pero tenemos socios colaboradores que pagan una cuota de 5 euros al mes.
Esa cuota les proporciona mejores precios en la barra, en entradas a las
actuaciones, en los talleres y en aquellas actividades en las que desean
participar.
P.—
¿Qué actividades podemos encontrar en Green
Espai?
R.—
Realizamos una amplia gama de
actividades culturales. Nuestra pretensión es que, durante el primer año, Green Espai se sostenga a través de la
cultura, y que lo recaudado por las cuotas de los socios vaya destinado
íntegramente a la parte social de la asociación. Esa es nuestra idea y creo que
va a ser más rápido de lo previsto porque está funcionando muy bien. Los
conciertos que organizamos se llenan.
Entre las actividades se pueden
encontrar talleres de danza, de música, exposiciones…, todo lo que esté
relacionado con la cultura. Basilowichs realizará una exposición en septiembre.
En el terreno de lo social, hace poco más de un mes pusimos en marcha el “restaurante
social”. Ofrecemos un menú económico al precio de 3´5 euros; incluye primer y
segundo plato, ensalada postre y agua. Es comida casera y la gente está
respondiendo muy bien. Desde que abrimos el restaurante empezamos a dar de
comer gratuitamente a una familia; luego a dos personas más. Ahora están
viniendo siete.
P.—
¿Seleccionáis de alguna manera a los comensales a los que ofrecéis estos menús
gratuitos? ¿Os preocupa que algún espabilado se aproveche de vuestra
solidaridad en detrimento de otro más necesitado
R.— No, porque esto es un comedor social de
cercanía. Conocemos a la gente que viene. Lo que en realidad pretendemos, es
unirnos a los servicios sociales del ayuntamiento, pero todas estas cosas van
despacio. Hasta que no te conocen bien y han visto el trabajo que realizas no
se plantean ayudarte. Nosotros estamos elaborando diferentes proyectos con el
asesoramiento de una asistenta social y a la vez técnico. Proyectos para el
restaurante social y para los talleres, para que se puedan gestionar tanto en
subvenciones como por la vía de un aval por parte del ayuntamiento que nos
permita realizar las compras en Consum , Mercadona, etc.
De momento, la tarea más importante es
poder dar de comer a un bajo precio, pero además, procurar una comida diaria a
aquellas personas que tienen que desplazarse para poder acceder al comedor
social situado en Sagunto y que les supone un gasto diario de 3 euros.
P.—
¿Con qué recursos habéis contado para poder poner en marcha la asociación?
R.— Únicamente
con inversión familiar. Teníamos un bar donde trabajaban mis padres hasta que
mi madre, por problemas de salud, tuvo que dejarlo. Ha sido funcionaria social
durante muchos años y conoce lo que la gente necesita. Entonces se le ocurrió
que podíamos ver qué carencias tiene El Puerto y vimos que en Sagunto hay
comedor social, pero aquí no, y a la gente le cuesta un desembolso económico
tener que ir hasta allí para comer. Es un desembolso que no todos los que
verdaderamente necesitan ir al comedor pueden hacer. Así que decidimos que
sería bueno que hubiera uno aquí. En estos momentos estamos poniendo en marcha
un proyecto para los chiquillos que por el cierre de los colegios en verano ya
no pueden optar al comedor escolar.
P.—Por lo que vemos, lo que hacéis aquí es por
vocación social. ¿Cómo afrontáis el pago del alquiler?
R.—Religiosamente
todos los meses. Hasta ahora estamos invirtiendo dinero, y la previsión es que
hasta dentro de dos o tres meses va a seguir siendo así.
P.— ¿Y después?
R.— Todos
los beneficios que se obtengan, tanto los provenientes de las cuotas de los
socios como los de aquí del bar, son beneficios destinados a la labor social.
Hay que tener en cuenta que todos tenemos nuestro trabajo; yo, por ejemplo,
tengo mi escuela de batuca con
cincuenta y ocho alumnos, y esa es mi fuente de ingresos; mi novia tiene su
trabajo; así que el único cuyo trabajo sería remunerado, en su momento, es mi
padre porque él es el que está todo el día en el bar y al cabo de tres meses
pues se nota. Calculamos que para dentro de seis meses la asociación se podrá
mantener por sí misma. Ahora llevamos dos. Es muy poquito tiempo y todo va despacio.
Lo llevamos entre cuatro personas solamente pero, en realidad, somos mi padre y
yo; él es quien lleva el bar.
P.—Siguiendo con el tema de los recursos, ¿cómo
os las arregláis para poder ofrecer los menús al precio de 3´50 euros?
R.—
Por ejemplo, esta tarde hay un evento, y se trata de un evento en el que en vez
de pagar la entrada con dinero, se paga con comida. Si quieres asistir, el
precio es una bolsa con comida por valor de 5 euros. Y esa comida se utiliza
para el restaurante social. Al cabo del mes se hacen dos o tres eventos así. No
se saca ni siquiera la mitad de lo que se gasta pero ayuda bastante. El pan nos
lo proporciona gratis todos los días una panadería de El Puerto; intentamos que
con la ayuda de todos se pueda llevar a cabo el comedor social. Además, el fin
de semana suele producir un excedente de dinero y aunque hay que hacer frente a
los gastos, sí que nos permite ir poco a poco realizando nuestra labor. Las
comidas que servimos son en su mayoría comidas de caliente, las de casa de toda
la vida, las de nuestras madres y abuelas, y como decían antes: “donde comen
cuatro, comen cinco”. Otra cosa sería si nos dirigiéramos directamente a
ofrecer chuletas de cordero o comidas de un mayor coste.
Ocurre también
que muchas de las personas que vienen al restaurante social y pagan los 3´50
euros del menú dejan algo más del importe, contribuyendo así a que otros puedan
comer su menú gratuito.
P.— En el caso del concierto de Arcana ¿Se paga entrada normal?
R.—
Sí. Ese concierto es previa adquisición de entrada normal. Pero, por
solidaridad, el grupo nos cobra la mitad de su caché, y varios días después de
celebrado el concierto, con el beneficio obtenido nos vamos con ellos a comprar
utensilios de cocina y comida. Esta es otra forma de colaboración.
P.— ¿Tenéis gente que trabaja como
voluntarios?
R.— Los
camareros, la gente que va por ahí a poner los carteles… De momento somos todos
voluntarios. Ten en cuenta que al tener una escuela grande, de mucha gente,
pues siempre hay más facilidad para encontrar amigos con ganas de ayudar.
P.— ¿Cobran los profesionales que imparten los
talleres?
R.— Algunos
sí y otros no. La chica que imparte el taller de danza del vientre entrega la
mitad de lo que cobra a la asociación. El monitor de defensa personal lo cede
todo. Estas son clases que se imparten a mujeres que desean aprender a
defenderse. Creo recordar que el precio es de 10 euros al mes y la persona que las
imparte lo entrega todo a la asociación. Depende del profesor o monitor y del
tipo de taller.
P.— ¿Qué pasos han de seguir las personas que
estén interesadas en colaborar?
R.— Hacerse
socio y pagar las cuotas mensuales es lo primero, porque esas aportaciones son
imprescindibles para que podamos funcionar. Pero si alguien quiere, además,
ayudar en los trabajos, entonces ha de inscribirse como voluntario. Tiene que
estar todo bien especificado, con total acuerdo y firmado, porque luego
nosotros tenemos que justificar legalmente la presencia de estas personas que
colaboran de forma altruista. Esta colaboración ha de estar bien definida y
asesorada por un abogado para que no surjan problemas legales.
P.— Has comentado que tienes tu propia escuela
de batucada y que esa es tu fuente de ingresos, ¿realizáis también actuaciones?
R.— Exactamente.
Tengo mis alumnos de batucada y realizamos actuaciones cuando se nos contrata
en las fiestas de algunos pueblos y
demás eventos. Pero, además, actuamos de forma solidaria cuando se nos requiere
para alguna causa. Por ejemplo, esta noche vamos a un evento organizado por la
Cruz Roja, en Valencia, en el colegio de Parálisis Cerebral. La semana pasada
tuvimos uno en apoyo de Diego. Casi todas las semanas participamos en algún
acto de este tipo.
P.— ¿Ayuda la difusión en las redes sociales?
R.— Sí.
Aunque vamos poquito a poco, claro. La gente que viene se siente cómoda, como
en casa. Mi madre tiene un lema y es: «A quien viene aquí lo primero un abrazo,
y después ya, que haga lo que quiera, que tome lo que desee; pero, lo primero,
un abrazo; que haya un ambiente familiar y contacto directo con la gente».
Efectivamente, a
la hora de la verdad, siempre son los vecinos quienes primero ayudan a las
personas necesitadas; los otros, los que verdaderamente tienen en sus manos la
posibilidad de dar solución a los problemas o mitigarlos, se encuentran
demasiado lejos. Y esa, precisamente, es la intención de Green Espai: «Ser los
vecinos que ayuden, mediante eso que Fede denomina solidaridad cercana»
Fotografía del archivo de Green Espai.
(En facebook más información)
L. Estal.
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