Los sueños y las pesadillas, pesadillas y sueños son. |
Le dieron a los hijos la corbata «Es para que no se ensucie
de sangre» dijeron. Éstos, de forma mecánica, como venían haciendo desde las
últimas horas, tomaron la prenda sin prestar atención al porqué de la entrega.
Después, todo sucedió de forma rápida.
Al llegar la noche, ella se encontraba sentada en el aseo,
con los pies introducidos en la bañera grande, blanca; los lavaba con agua
abundante y jabón de pastilla. Frotaba sus plantas con fuerza cuando un reguero
de sangre comenzó a mezclarse con el agua que, ahora, teñida de rojo, se perdía
apresuradamente por el desagüe.
«La toalla debe de estar manchada de sangre por una de sus
puntas, esa que se ha resbalado hasta el fondo de la bañera» dijo a su hijo que
se encontraba al otro lado del aseo. Él no respondió, permaneció sordo a sus
palabras.
Siguió frotando con fuerza sus plantas, y cuanto más frotaba
y más cantidad de agua y de jabón empleaba, más sangre cubría el fondo de la
bañera. Comenzó a preocuparse cuando observó que en uno de sus pies, una zona
se ennegrecía extendiéndose hacia los dedos y el talón. Entonces recordó que le
habían quitado la corbata para que cuando diera comienzo el proceso previo a la autolisis no se manchara de sangre.
Reflexionó acerca de la presencia en la escena de una tía y
una prima, presencia que era innecesaria, aunque se alegró de verlas después de
tantos años.
Se olvidó de la sangre y de las dos mujeres; ahora su temor
se centraba en la tristeza en que se había convertido el rostro del hijo, tan
cerca de ella en aquel cuarto de baño, y tan lejos ya, para siempre.
Las primeras luces entraron por la ventana de la habitación y,
de un salto, se levantó de la cama. Sintió deseos de llorar pero no lo hizo.
Fue directamente al aseo, y sin mirar siquiera la bañera cubierta por la
cortina de plástico, se lavó la cara con abundante agua y se quedó largo rato
contemplando su rostro reflejado en el espejo.
Durante el resto del día, solo la visión de un cuerpo inerte,
con una corbata sujetándole la mandíbula, le recordó que, algún día, la vida
dejará de ser sueño y el sueño cobrará vida cuando se haga real la
despedida.
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