lunes, 25 de julio de 2016

Antes que demonio, fue ángel

 
 
 



Recordad siempre que el demonio, antes que demonio, fue ángel.

Hay un cura por ahí —dicen que muy falangista él—, que se ha permitido juzgar al actual Papa, diciendo de él que es el «anticristo» y, además, que «va a ser el último Papa»

Ciertamente, este Santo varón, portavoz de Dios en la tierra, anda haciendo, desde que llegó a la jefatura de la iglesia católica, controvertidas declaraciones. Ignoro si las hace porque se ha dado cuenta de que no se puede ya ir por ahí engañando al personal con dogmas propios de la ciencia ficción, o porque teme quedarse sin el suficiente relevo generacional que permita a sus sucesores seguir explotando el tema que les proporciona el sustento.

Sea como fuere, he visto a pocos —o a ninguno— de los amigos sacristanes, monaguillos o supersticiosos que aún conservo, hacer un solo comentario al respecto de las palabras del Papa argentino.

Ignoro —porque soy muy ignorante en esto de la jerarquía divina— si ser demonio y anticristo es lo mismo. Si no entendí mal cuando todavía me tenían secuestrada en la secta, el demonio antes que demonio fue un ángel. Sí, «el Ángel Caído»; caída ésta que, una vez despojada de todo misticismo y tratada con los conocimientos actuales, no viene a ser otra cosa que un tránsfuga político. Por lo visto, esto de no acatar la disciplina del partido ya viene de lejos.

Ahora también proliferan los ángeles caídos —o intentan caerse pero no los dejan los miembros de su comunidad—. Reconozco que hay que ser valiente para dejarse caer al vacío. No obstante, hoy es más fácil, «de momento», la caída. Hasta hace unos cuantos siglos a los que lo conseguían los quemaban vivos en una hoguera. Esto lo siguen haciendo a día de hoy los dementes fanáticos de unas hordas cuyo nombre prefiero omitir. Como decía, hace unos siglos los quemaban en una hoguera, y hace unos cuantos años los fusilaban en las orillas de las carreteras o en las tapias de los cementerios. No había ya hoguera porque quedaba como muy trasnochado, pero había un «garrote vil» que no se dejaba oxidar.

Demonio, hereje, rojo, anticristo…, demasiados sustantivos para definir a quien discrepa y se cuestiona las palabras del resto de la tribu. ¿El mito de la caverna?, quizá. No podría asegurarlo. Mi formación no llega tan lejos, aunque sí mis pensamientos.

Y como ya acabo mi desayuno y queda trabajo por delante en esta jornada, previa a las vacaciones, aquí finaliza mi reflexión tras leer las declaraciones de ese siervo del único dios, ese párroco que muestra con orgullo los símbolos falangistas en el interior de su sacristía.

Tan solo una cuestión me queda rondando en la cabeza mientras retiro la taza del café con leche y el paquete de cereales de la mesa: «Si hoy, en la era de internet, los medios de comunicación nos manipulan a su antojo, ¿cuánto no se habrá manipulado nuestra mentalidad —y la historia misma— cuando los únicos que sabían escribir eran, precisamente, los curas que vivían en el interior de los conventos?

Pero bueno… no me hagáis mucho caso, eso de la manipulación, es otra historia.

Buenos días y que el calor os sea leve.

 
Imagen: Blas Estal

No hay comentarios:

Publicar un comentario