La gente aprovecha las vacaciones para leer, y yo para «no
leer». Reconozco que no es lo único que hago contra corriente, por lo menos
entre mi gente más cercana.
El mes de agosto lo dedico a salir a pasear por las veredas
de los ríos, visitar pueblos con calles empinadas y empedradas o acercarme
hasta la playa: esa playa casi desierta a las diez de la mañana —porque carece
de arena fina—, que tiende a mis pies un vasto lecho de piedras viejas y erosionadas.
Piedras acariciadas tal vez a través del tiempo por manos ajenas que, como las
mías, se hacen una y mil preguntas mientras repasan su superficie con las yemas
de los dedos.
Mis agostos se parecen mucho unos a otros, a excepción de los
correspondientes a los años 2001 y 2008; aquéllos fueron meses para la
tristeza, el llanto y la incertidumbre. El presente, de nuevo, ha sido para la
armonía y la esperanza, para las excursiones y las visitas recibidas o
realizadas.
Aún tengo mucho calor, cada año más que el anterior, pero me
siento viva: viva en la calle, en la casa, en la terraza, con mi gente… Quizá
es por eso por lo que prescindo de la lectura, de la música, del cine y hasta de
la poesía. Y es que la lectura la hallo en esas piedras pulidas de la playa y
en las veredas de esos ríos; la música, en el sonido que producen las olas en
su viaje de ida y vuelta hasta la orilla, y en el que me regala el curso del
agua desde cualquiera de los cauces que visito en los pueblos del interior; así
como en las voces de los niños que juegan en el parque y en el canto en las
cigarras que me alertan de las temperaturas de las próximas horas, desde lo
alto de la arboleda.
El cine y el teatro me llegan a través de las películas, a
veces en blanco y negro, y de las puestas en escena que la misma familia y
amigos representan para mi deleite. A cada uno de ellos los contemplo con la
mirada de quien la proyecta sobre el personaje principal de un film
interesante. Ellos son en todo momento los principales protagonistas de sus
reacciones, de sus anécdotas o de las de nuestros queridos ausentes… Ausencias
que siempre acaban asomándose hasta casi hacerse presentes físicamente, cuando
recordamos agostos viejos, alamedas y onomásticas a golpe de calor con el
abanico en la mano. Y así, en el conjunto de toda esta amalgama de sensaciones,
es donde la poesía cobra el mayor protagonismo.
Pero la rueda gira y agosto toca a su fin. Para ir entrando
en ambiente organizo la agenda de cara al próximo curso que este año viene con
una novedad muy importante, ya que el otoño traerá una nueva vida a la mía. Pero
de eso hablaré largo y tendido cuando llegue el momento. Ahora aún no. Ahora lo
que procede es introducirme poco a poco en el ambiente, y qué mejor que hacerlo
de la mano de la lectura.
La obra seleccionada es LA
CASA, de Paco Roca. Me la ha recomendado una persona que me conoce muy bien
y sabe de mi admiración por los ilustradores. Y si las ilustraciones van
acompañadas de un buen texto, mejor que mejor. En LA CASA hay muchas. Toda la obra está compuesta por viñetas con dibujos y el
correspondiente texto, pues se trata de un cómic. En mi opinión, un cómic
extraordinario. No creí que pudiera llegar al final de su lectura porque a
veces este formato me cansa mucho la vista. Pero a partir de la segunda página
y unas cuantas viñetas ya estaba enganchada.
El autor narra una historia habitual, carente por completo de
sobresaltos, emoción o sorpresa. Ni tan siquiera es una historia aburrida o
divertida. Se trata simplemente de lo que acontece en una casa en la que un par
de hermanos y una hermana se reúnen tras la muerte del padre. La casa era la
segunda vivienda donde la familia pasaba los fines de semana y las vacaciones. Está
deshabitada y ninguno de los hijos tiene interés por ella, por lo que deciden
reunirse para asearla previamente a su venta a través de una inmobiliaria.
Me ha sorprendido mucho la forma en que he identificado esa
casa con las muchas que veo en mis paseos a pie de sierra; incluso con alguna
que he visitado en las playas de Corinto o Almarda, construidas de espaldas a
las dunas y ocultas por la vegetación del otro lado de un humilde muro. He reconocido
en cada una de sus viñetas a familiares muy cercanos en los momentos en que, con
gran trabajo y sacrificio, compraron sus parcelas al pie de la Calderona o de
la Espadán; cómo fueron levantando las casas ladrillo a ladrillo, primero una
estancia y luego su división en habitaciones, la balsa donde refrescarse en el
verano, la pequeña huerta en la que entretenerse los fines de semana y tras la
jubilación…
Con tristeza he identificado también el modo en que, con el
paso del tiempo, aquél que con tanto esfuerzo levantara su pequeño lugar de
descanso, ha perdido la capacidad de disfrutarlo, comprobando cómo la huerta se
ha quedado yerma, la balsa vacía y… los sueños ocultos en algún lugar muy atrás
de la mirada.
Los viejos mueren y los hijos no pueden, o no desean, seguir
haciéndose cargo de ese inmueble entre la arboleda. Es mucho el trabajo y mucha la
inversión que requiere su mantenimiento. Pero quién sabe, a veces el regreso y un paseo por cada una de las estancias permite reencontrarse con uno mismo; con aquella tomatera que ayudábamos
a plantar, con aquel día en que la balsa se cubrió de agua para regalarnos el
primer baño, mientras la paella se terminaba de hacer en el paellero de leña,
en su rincón construido a propósito con ese fin.
Si tuviera que dedicar este texto, a día de hoy lo dedicaría,
sin duda, a Julio. Pero he reconocido a muchos otros Julios en estas páginas.
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Sobre el autor:
Paco Roca (Valencia 1969) es el autor, tanto de los guiones
como de las ilustraciones de LA CASA
(Astiberri Ed. 2015).
Entre sus obras: El
faro, Arrugas (Premio Nacional
del Comic 2008 y Goya al mejor guion en 2012 de la versión al cine), Las calles de arena, El invierno del dibujante, Memorias de un hombre en pijama…
Estas son solo una muestra pero hay más, y muchas de
ellas han sido galardonadas en distintos certámenes y salones. Asimismo ha sido ilustrador
de films de animación. Con Los surcos del
azar ganó, entre otros, el premio Zona Cómic y el de mejor obra nacional
del Salón del Cómic de Barcelona 2014.
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