AQUEL VERANO DE 1 9 6 0
MOISÉS CORONADO FERNÁNDEZ
CUADRANTA Editorial .
AQUEL VERANO DE 1960 me llegó hace unos meses, pero no ha sido hasta este caluroso de agosto que he podido dedicarle tiempo.
Al principio me costó
seguir el hilo narrativo: presentación de personajes que no conseguía ubicar y
cambios en el narrador de primera persona. No obstante, una vez puesta en
escena he llegado al final de la lectura que ha resultado bastante cómoda y amena.
La historia la sitúa
Coronado en los años sesenta, fecha a la que alude el título. La comarca donde
se desarrolla la acción es la de Los Serranos, en la Comunidad
Valenciana, más exactamente en una pedanía cercana al municipio de Gestalgar.
Con unas suaves
pinceladas el autor nos abre una ventana desde donde se aprecian todavía los
días grises, en los que el abuso y acoso por parte de las fuerzas victoriosas
tras la contienda perdura, a pesar de aquellos Veinticinco años de paz.
Los montes son el cobijo
de quienes no se resignan; el aislamiento con el rebaño y las condiciones de
una vida ya de por sí difícil, y el afán empresarial de quienes cuentan con los
recursos suficientes para establecer en la zona la actividad maderera, conforman
lo que, a lo largo de la obra, nos va a llevar a reconocer
ese vínculo especial que se genera entre vecinos, la ayuda mutua, sin importar
los ideales políticos de cada uno de ellos.
Y en el núcleo de esta
historia, el primer protagonista, invidente desde el nacimiento, hilo conductor
con el resto de personajes: El amigo de la infancia, la motivación del maestro
recién llegado a la escuela, la solidaridad de quienes tienen poco que
compartir y la sorpresa que, aun a destiempo, es capaz de mitigar o compensar
en la medida de lo posible los años de inseguridad e incertidumbre.
***
A veces, a los autores
nos gusta jugar con los espacios físicos. Buscamos aquel que más nos agrada en
la imaginación, o el que más se aproxima a nuestras necesidades para la
ubicación del relato. No importa si existe o no. No importa si se llama
Monturiel o si la concesión de su suelo para la construcción de la maderera se
corresponde con la realidad del empresariado del momento o de la comarca donde situamos
a nuestros personajes. Nosotros inventamos o copiamos de la realidad, y a la
curiosidad del lector le compete identificarla o no, y quién sabe si hasta
identificarse él mismo entre la lectura.
La historia arranca con la
escena situada en la escuela: Un joven maestro nacional que llega, otro que se
jubila y un niño con una característica especial. Y tras estas primeras escenas el
proceso de desarrollo de la obra: la alternancia de los personajes en sus
diferentes épocas -de ahí lo complicado de la narración-, la información
precisa para cada guion que, a modo de píldoras nos va acercando a cada uno de
ellos.
1960 fue, desde luego, una
década, si no prodigiosa, sí especial en cuanto a la música que nos llegaba a
través de las ondas, a una finísima grieta por la que de vez en cuando se
colaba la esperanza, pero, sobre todo, una época gris en la que apenas nos
dábamos cuenta de que estábamos siendo felices a pesar de las penurias de quienes
vivían ocultos en los montes, cuyas circunstancias nos eran completamente
ajenas a la vez que desconocidas.
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