El quinqué de la abuela |
Tras
la tormenta en el cielo comenzaron a abrirse algunos claros. Del suelo emergían
vapores que llenaban el aire de ese aroma especial a tierra mojada, y los
pajarillos, poco a poco, tímidamente, hicieron su aparición comenzando su
tertulia de cada tarde.
Las puertas que daban acceso al patio
interior se abrieron. Una tras otra, las ancianas, con paso torpe y vacilante, fueron
saliendo dirigiéndose a ocupar los bancos que junto a la fuente del jardín recibían
ya los primeros rayos de un sol que, fiel a su cita, acudía nuevamente a dar un
poco de calor a aquellas viejas y gastadas articulaciones.
En el ocaso de tus días
cuando la razón se oscurece
las ideas retornan a la vieja calle.
Calle de Canalejas...
calle sin soledades
calle sin sufrimientos...
Pavimentada de esperanzas
acicalada con almidones
pórtico de adolescencias...
Calle tuya.
Calle donde te pierdes
cuando la razón te olvida
y eres de nuevo una niña.
donde nunca hallar camino,
donde no escuchar la voz perdida
de tu corazón que ha enmudecido...
que de vieja no camina.
Permanece en un rincón
que te hace sentir viva...
Tu calle de Canalejas
en la que hoy te cobijas
y, sin embargo,
te olvida.
Del
poemario: Breves poemas para una
despedida.
Ilustración: Blas Estal
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