viernes, 5 de febrero de 2016

CASETAS - Fragmento Cap.VI

 


... A las ocho de la mañana las máquinas demoledoras comenzaron a aparecer en el barrio de Cuatro Caminos. Las cuatro o cinco familias que se encontraban en el interior de sus miserables viviendas se habían hecho el propósito de morir allí mismo. Los operarios no se atrevían a realizar las tareas de demolición y por eso su patrón había ido a otras comarcas vecinas a untarles las manos a las gentes más pobres y necesitadas. Éstas, tan hambrientas como los caseteros, no dudaron en aceptar el trabajo, consistente en allanar un terreno para su posterior edificación.
 
-Ahí dentro hay gente -dijo uno de los peones al ver a un anciano colocarse junto a la puerta de su caseta. Al momento, otros siguieron su ejemplo, y en poco tiempo todos los inquilinos custodiaban sus posesiones-. No se nos dijo que esto estaba habitado.
 
-¡Eh, oigan...! -gritó otro empleado- Tienen que quitarse de ahí. Tenemos que tirar las casetas.
 
-¡Vete a la mierda! -le respondieron desde dentro.
 
-¿Qué hacemos? Estas gentes no piensan moverse y a nosotros nos han pagado por adelantado. No puedo devolver el dinero. Me hace mucha falta.
 
Los trabajadores empezaban a sopesar la situación y se ponían nerviosos. Se les planteaba un problema de difícil solución. Uno de los hombres se acercó hasta la caseta más próxima. Junto a ella se encontraban cinco chiquillos de corta edad, un anciano y un hombre corpulento que tomaba a una mujer desgreñada por el hombro.
 
-Nos han contratado para que allanemos todo esto -les dijo-. ¿Por qué están ustedes todavía aquí?
 
-No les han informao bien. Debieron decirles que no nos vamos a marchar de nuestras casas pa que vengan unos señoritos del tres al cuarto a levantar lujosos chalés pa los ricos. Estas casetas que ustés quien tirar son pobres, pero son nuestra vida. Aquí nacieron nuestros hijos, y cuanto tenemos se encuentra ahí dentro. No tenemos sitio al que ir. Otros se han ido y ahora viven tiraos por los márgenes de los ríos o por los alrededores del cementerio. Se han hecho chabolas con palos y mantas. Al llegar la noche se duermen alrededor de una hoguera y se quedan a la intemperie. Se acerca la navidad, hace frío y la humedad del suelo se cala en los huesos de nuestros viejos y de nuestros chiquillos. ¿Van ustés a decirles a sus críos que pagarán sus dulces con el dinero que les han dao por tirar a otros de sus casas?
 
-Nuestros hijos también tienen hambre y cuando llega la noche nos tenemos que echar todos en el mismo colchón para no notar las heladas. Nuestras miserias no tienen nada que envidiar a las vuestras. Si quieren comprensión para su hambre, comprendan también la nuestra...
 
 
De: CASETAS -  D.Estal.  (Puerto Sagunto. 1995) -
Imagen: Casa en ruinas. LEH

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